domingo, 19 de junio de 2011

"Negro" Alba: Un talentoso de ayer, formando talentos de hoy

“Solo llevamos 14 años haciendo fútbol y ya tenemos un jugador en Europa”. Fernando Alba, quien fuera un gran proyecto como jugador, se encargó de convertir a Asociación Española en un gran formador y proveedor de talentos.

El villanovense Franco Jara, hoy en Benfica de Portugal, es su mayor orgullo. “Lo lleve a Racing y Boca y no quedó. Soy muy amigo de Miguel Micó, por eso fuimos a Arsenal. Apenas lo vio me dijo que iba a llegar”.
Alba lo dirigió por casi cuatro años. Por eso fue un gran apoyo para Franco cuando no jugaba o lo paseaban entre la cuarta y la reserva y se quería volver. “Hablábamos mucho por teléfono. El padre me pedía que hablara porque lo conocía y sabía cómo calmarlo, explicarle que ya le iba a llegar el momento”.
Franco es el mismo de siempre. Ni el pase a Europa, por el que el “Prado” recibirá unos 160 mil Euros, ni sus convocatorias a la selección le hicieron olvidar sus raíces. “Ha mandado camisetas, cuando viene entrena con nosotros, y hasta les regaló botines a los chicos de primera”.

Un crack que solo fue proyecto

Nació, vivió y se sintió morir futbolísticamente en Central Argentino.
Fue el club donde dio sus primeros pasos en cancha grande. A los 15 ya había asomado un par de veces en la primera.
La escasez de recursos económicos le impidió radicarse en Córdoba luego de que Belgrano lo seleccionara en una prueba. Tampoco pude quedarse en Chacarita, se volvió a la ciudad para no dejar a su madre sola.
Un volante ofensivo terriblemente habilidoso. Algunos dicen que era mejor que Daniel Ludueña  (villamariense que del 80 al 93 pasó por el fútbol grande en Belgrano, Talleres, Racing e Independiente, entre otros) ­, con quien compartió equipo en Central. “La gente dice que yo era mejor, que pintaba para ser una gran jugador, pero los papeles son otros, el llegó y yo no”.
Jugó también en Alem, Argentino, y anduvo por Monte Maíz, Etruria, Río Tercero y Las Varillas.
De todas formas, hay algo que fue más determinante en su carrera que las gambetas y los caños. Una sanción que lo alejó por cuatro años de las canchas: Siendo jugador de Central Argentino, en el receso por el Mundial 78, tan solo aceptó la invitación de unos amigos para jugar un campeonato de barrio. “Un lunes volví a entrenar y me enteré de que el club me iba a sancionar. Mario Requena, que era el técnico, se había enojado mucho. Tenía 22 años y me impidieron jugar en cualquier liga durante 4 años”.
Quizás el castigo fue algo exagerado. O al menos así pensaron los abogados que se le acercaron a Fernando. “Pregunté cuál era el beneficio de hacerle juicio al club, y me dijeron que podía llegar a quedarme hasta con parte del club, porque era un daño muy grande que me habían hecho. Elegí dejar todo como estaba”.
Cosas del destino, ese mismo año podría haber pasado a Alem junto con Miguel Ludueña. “Me quedé porque me lo pidió Mario y él se fue. Ahí es donde lo ven en un provincial y se lo llevan al fútbol grande”.
No guardó rencor. Ni contra el club, a donde volvió siguió jugando y también se retiró a los 33, ni contra Mario Requena, a quien le tiene un afecto especial: “Fue como un padre. Él me castigó. Siempre me daba consejos. Solo tengo palabras de agradecimiento. Hoy le transmito a los pibes, lo mismo que él me transmitió a mí”.

Árbitro, DT, y el “Prado” Español

Inmediatamente abandonó el fútbol, hizo el curso de árbitro. Se recibió y dirigió afuera. Pero cuando lo designaron para jugar en la ciudad se dio cuenta que no era lo suyo. “Tenía que dirigir a gente muy conocida, incluso ex compañeros, para mí no era correcto así que dejé”.
Poco tiempo después tuvo su primera experiencia como técnico por un par de meses en el baby de Sarmiento.
Mientras empezaba y dejaba distintos cursos de técnico por cuestiones laborales, volvió a su casa. “Un ex compañero de Central, Pancho Contagtini, me ofreció dirigir el baby de Central. Estuve 6 años”. El curso lo terminó cuando lo dictó Héctor Arzubialde.
Su estadía al frente del Centralito finalizó cuando echaron de la sub comisión a un amigo suyo, Walter Torre, hoy presidente de Asociación Española.
El mismo Torre se encargó de conseguir un lugar para el fútbol en una institución en donde abundaba el frontón y el tenis criollo.
“Empezamos de cero. Muchos chicos me siguieron de Central. No había infraestructura, nos prestaban canchas”.
Hoy, “El Negro” Alba maneja todo el fútbol del “Prado”. Dirige desde inferiores a primera, y si bien con el baby quedó Luis Rodríguez, siempre se hace tiempo para estar ahí.

Formando talentos

“El baby y las inferiores me han dado muchas satisfacciones”.
Cuando Fernando habla de satisfacciones, no se refiere tanto a títulos sino al hecho de haber convertido al “Prado” en un verdadero yacimiento de talentos.
“Franco Jara empezó el baby con el padre y llegó a nosotros con 13 años hasta los 17. Seis jugadores nuestros de clase 92 a 95 hoy están en Belgrano. También seis se están probando en Newell´s y tienen que volver en estas semanas. A un clase 2000 lo quiere River pero le dije que todavía es muy chico para irse. Además tengo un chico de 15 años jugando en primera que cuando quiera irse, ya tiene varias opciones”.
La diferencia con cualquier otro club que apueste a formar jugadores son varias, pero hay una básica: “Mostramos al jugador. Si tiene suerte que le dé para adelante. No está ese egoísmo de tapar un jugador para que juegue siempre con nuestra camiseta”.
Claro que para eso, los contactos y las amistades del “Negro” son fundamentales. Racing, Belgrano, Miguel Micó y empresarios conocidos, son algunos de los nombres de la “familia” futbolística de Alba, quien revela que más de una vez le han ofrecido dinero por un jugador, a lo que siempre responde: “¿Qué hay para el club?”.

Alba (a la derecha) al frente de uno de los equipos del "Prado"  que integró Franco Jara (Abajo al centro)

Un docente del fútbol

Fernando se erigió como un docente del fútbol, pero con un manual al que no todos recurren cuando de baby se trata.
Algún pasaje de la Dinámica de lo Impensado de Dante Panceri trae a escena cuando asegura que su clave es que el chico conserve el sentido de la diversión.
Hay cosas en el fútbol que son innatas. La picardía y la viveza no pueden enseñarse, se adquiere en el potrero, entre amigos. Por eso Fernando sostiene que el peor daño que se le puede hace al chico en el baby es restringir su creatividad. “No comparto eso de decirle que se tiene que parar en tal lugar de la cancha o que no tiene que hacer tal jugada. No se lo debe estructurar tanto”.
Lo fundamental es que juegue, en el sentido lúdico de la palabra. “Cuando el chico se divierte le salen cosas que antes no le salían. ¡No puede ser que no se animen a tirar un caño porque creen que si la pierden lo van a retar!”.
Hay otra cosa que considera fundamental. “Hay que hacerles entender a los padres que el baby fútbol es como el jardín de Infantes. Allí no le exige notas a sus hijos, lo lleva para que se divierta”. Algo de razón debe tener, sus logros están a la vista.

sábado, 4 de junio de 2011

Carlos Menard y su favor al básquet

Fabricio no puede seguir jugando. Dice que no tiene la plata para viajar desde Las Varillas a Villa María. El pibe que creció 10 centímetros en un verano y sueña con jugar en la NBA está por despertar del sueño antes de empezar a soñarlo.
Pero hay alguien que se encargó de cambiar su historia. Fue Carlos Mario Menard.

Tenía 8 años cuando empezó a jugar al básquet en Unión Central. Por aquel entonces, la figura del entrenador de formativas no existía, se aprendía a jugar mirando.
Siempre el más alto de su clase, con 15 años, Carlos Mario Menard debutó en primera y al año siguiente pasó a Belgrano de General Cabrera donde por primera vez le pagaron por jugar.
Su talento parecía no tener límites, a los  17 partió hacia Córdoba. Lo quería Atenas, pero eligió un equipo de la “B” que hoy no existe, Nuevo Brasil. Ese año, sus excelentes rendimientos lo llevaron a integrar la selección de Córdoba de Mayores para jugar un Argentino y se convirtió en el primer jugador que estando en la segunda categoría de Córdoba integró una selección provincial. “Era lo más alto a lo que se podía aspirar a jugar”.
Con 19 años pasó a Unión Eléctrica, en donde además de cobrar por sus dobles, todo el plantel de primera trabajaba en EPEC. Su camino siguió en Redes Cordobesas.
En uno de los tantos campeonatos argentinos que disputó con la camiseta de Córdoba, a los 22 años, conoció a Eduardo “Tola” Cadillac, en aquel momento el mejor base de la argentina y quien le abriría las puertas de Capital Federal.
Lo tentó con ir a Bueno Aires y Carlos no lo dudó. A la semana le llegó una invitación del Club Deportivo San Andrés para sumare a entrenar.
El básquet ya era su medio de vida, pero fue en San Andrés, durante 8 años, donde se encontró con dinero de verdad. “Me ofrecieron 4,5 millones de pesos por mes. Un 0 Km salía 5, ¡cobraba una barbaridad!”.
A los pocos meses de pisar Buenos Aires le llegó el momento que todo deportista añora en su carrera. En el 79 fue convocado a la Pre Selección Argentina que se preparaba para los Juegos Olímpicos de Moscú 80. Jugó los partidos previos en las giras, pero se perdió el Pre Olímpico en Puerto Rico en el que Argentina salió tercera logrando la clasificación. “No pude jugar porque me lesioné, fue la única vez en mi carrera”. El sueño de llegar a un Juego Olímpico estaba intacto pero el recordado boicot de USA a Rusia lo dejó sin la posibilidad. “Éramos 14 jugadores y yo prácticamente estaba adentro del equipo que iba a ir a los Juegos. Después no me volvieron a convocar, pero haber vestido la camiseta de la selección argentina no me lo quita nadie”.
A los 30 lo compró San Lorenzo y al año siguiente su casa fue Sporting de Mar del Plata durante tres años.

Fue testigo y protagonista de hechos determinantes en la historia del básquet argentino. Como en 1985, cuando de la mano de León Najnudel nació la Liga Nacional de Básquet tal como la conocemos hoy. “Si no se hacía eso el básquet argentino desaparecía porque se había estancado”.
O como la llegada de los primeros extranjeros al país. “Subieron el nivel del básquet, pero además eran baratos, cobraban menos que cualquier jugador argentino, tanto es así que Boca llegó a tener 7 en el equipo.”

El gran Unión del 86

Fue 1986 el año más glorioso del básquet Villamariense a nivel club. Carlos recibió un llamado de su hermano Eduardo, también jugador, que lo tentaba para volver a su ciudad y al club de sus amores. Unión Central había tenido buenas actuaciones en las categorías de ascenso, pero faltaba algo.
Así es como, con 34 años, obvió cualquier otra oferta para seguir en lo más alto del básquet argentino y se ilusionó con llevar a Unión a primera.
Cuenta Carlos que el proyecto fue similar a lo que sería el Villa María Voley en la actualidad. El básquet de Unión se tercerizó y los hermanos Menard eran quienes lo manejaban.
“Lo primero que le dije fue que si quería ascender a la Liga Nacional A tenía que traer 2 americanos. Fuimos a Buenos Aires y los elegí. Fue la primera vez que extranjeros pisaban la ciudad para jugar”.
El básquet de Villa María se codeó con los mejores equipos del país. En seis meses Unión pasó el torneo Provincial, ascendió a la C y llegó a la B. Solo faltó un paso.
“Fuimos un equipo muy poderoso. Los grandes equipos venían a jugar. En nuestra cancha cayó Atenas, y hasta vino el Franca de Brasil. Llevábamos mucha gente a la cancha. Y cuando salíamos a jugar afuera nos tenían un gran respeto”.
Pero al año siguiente el proyecto se derrumbó. “Por problemas dirigenciales dejó de estar tercerizado y en el 88 terminaron regalando la plaza que habíamos ganado con tanto sacrificio”.
Suena convencido cuando se lamenta de que Unión Central “se perdió la gran oportunidad de ser un club de básquet al nivel de Atenas. Todos los jugadores de la región quería venir a jugar, y tenía unas inferiores muy buenas”.
En el 88 llevó sus casi 2 metros hacia San Juan para jugar sus últimos años en la Liga Nacional. Con 40 años y 25 en primera división le puso final a su carrera.

El equipo de Unión Central del ´86
Como técnico, entre Lamas y Oberto

Su enorme carrera con los cortos fue de la mano con la de entrenador. En cada uno de los clubes donde jugó fue técnico de las divisiones inferiores.
Más allá de los títulos que ganó sentado en el banco, hay instantes en la trayectoria de Carlos como técnico que en su momento quizás no tuvieron relevancia, pero que luego el tiempo se encargó de darle el derecho de sentirse orgulloso por ellos.

El primero es de su paso por San Andrés. Dirigía cerca de 250 chicos acompañado de “monitores” que conducían a las distintas categorías. “Había un cadete que jugaba en el club que estaba todo el día atrás nuestro porque le gustaba lo de ser entrenador, así que le di una categoría para que dirigiera. Hoy tengo el orgullo de poder decir que Julio Lamas fue monitor mío”. Quién iba a imaginar que esa sería la primera experiencia de quien luego se convertiría en uno de los mejores técnicos del país, hoy al frente de la selección argentina.

Los otros, ya habiendo reemplazado la musculosa por un saco, traen el recuerdo a Villa María.
No se hace cargo ni tampoco se siente responsable, pero indudablemente Carlos tuvo gran influencia en la vida deportiva de Fabricio Oberto durante los tres años que el “lungo” de Las Varillas estuvo en Ameghino.

“Cuando llegó medía cerca de 1.85 y no marcaba diferencias sobre el resto en cuando a lo basquetbolístico, pero si en cumplimiento y sacrificio”.
La práctica comenzaba a las 19. Carlos habitualmente era el primero en llegar, pero desde que se sumó Fabricio pasó a ser el segundo. “Como siempre llegaba temprano le propuse aprovechar el tiempo y entrenar solos. Trabajábamos mucho fundamentos, ganchos y ejercicios de salto”.
Pero la circunstancia que marcó a fuego la relación entre ambos fue el día que Oberto fue a entrenar por última vez. Le comunicó que por problemas económicos no podía jugar más, no podía seguir viajando.
Carlos confiaba en el potencial de Oberto. Sabía que tenía lo necesario para llegar a lo más alto y por eso no dejó que ese juvenil que crecía a pasos agigantados abandonara su sueño. Primero convenció a sus padres de que ese chico sería la salvación económica de la familia y prometió guiarlo. Después, se encargó de que sea el primer juvenil pago de la ciudad. “Por suerte conseguí los $100 de viáticos para darle y siguió jugando”.
Al año siguiente, se comunicó con Rubén Magnano y Walter Garrone, por entonces técnicos de Atenas, con quienes aun hoy mantiene una relación de amistad y cumplió con su palabra. “Ya tenían visto a Fabricio pero no los terminaba de convencer. Les comenté de él, confiaron en mi palabra y se lo llevaron a Atenas”.

Carlos como técnico de Ameghino. A su izquierda, Fabricio Oberto

Oberto cumplió su sueño. Brilló en la Liga Nacional, pasó por los mejores equipos de Europa, tocó el cielo con las manos en la NBA y fue pieza clave de la Generación Dorada Argentina. Pero hay algo que enorgullece a Carlos más que ninguna otra cosa: Poder asegurar que lo único que sigue intacto de aquel flaco que pisó Ameghino por primera vez, es su humildad.
“La última vez que nos vimos fue porque Fabricio me llamó para avisarme que venía a Villa María y quería saludarme. Lo primero que me recordó fue la primera vez que hizo una volcada en un partido y salió corriendo al banco de suplentes para abrazarme. Se acuerda de todo, hasta de las primeras zapatillas que le regalé”.