lunes, 1 de agosto de 2011

Ángel Prudencio... Nunca es tarde para cumplir un sueño

A los 15, el marcador de punta izquierda pisó Tío Pujio y se calzó la de Hipólito Irigoyen. A los 18, se subió a la Zanella 250 con su padre para recorrer los 150 kilómetros que lo distanciaban de ser el nuevo delantero de Instituto. Hoy, con 20, Ángel Prudencio sabe más que nadie que nunca es tarde para cumplir un sueño.

Ya estaba resignado. Más allá de que la esperanza siempre está, él ya estaba resignado.
Es que la lógica que gobierna el fútbol actual indica que si no llegaste siendo un pibe, se te pasó el tren. Y el villamariense Ángel Prudencio, a los 18, todavía seguía raspándose por la banda izquierda en nuestra liga.
Ya estaba contento de poder compartir con amigos la primera de Hipólito Irigoyen de Tío Pujio y ganar alguna moneda que se acumulaba a lo que sacaba laburando de albañil con el vecino.

Pero la vida le guiñó el ojo al destino, como dándole el comprendido para que le diera por fin esa oportunidad, la única quizás, que le tenía preparada. Tal vez algo tarde, o acaso en el momento justo…

Verano del 2009. Nelson “Pampa” Rosané, ex defensor de Belgrano, estaba dando sus primeros pasos como representante de jugadores y se llegó un domingo a Tío Pujio para ver un pibe de Irigoyen clase 93.
“Chirola”, como le dicen los amigos, no había tenido una buena semana y encima había llegado tarde, así que de castigo, lo mandaron a jugar en reserva.
El defensor hizo un gol de cabeza. Rápidamente se alistó en el banco de suplentes para el partido siguiente, de la primera. Entró en el segundo tiempo y volvió a convertir, otra vez de cabeza.
Cuando salió de la cancha y buscó a su viejo para pegar la vuelta a casa, se encontró con una sorpresa.
Durante el partido, el “Pampa” se acercó para hablar con él y le comentó de una supuesta prueba que estaba haciendo Instituto. No era nada concreto, pero le sugirió llevar a su hijo.
“Cuando terminó el partido me encontré con eso, no lo podía creer. Quizás había jugado bien, pero no sentí que haya sido algo espectacular. Fue solo un partido”, recuerda el Ángel, quien pateó su primera pelota en el baby del San Martín.
Por la noche, Rosané le confirmó que el lunes por la mañana tenía que estar en Embalse, donde “La Gloria” estaba de pre temporada con las inferiores. “¡Era domingo, la prueba era al otro día!”.
Su papá, también Ángel, no dudó: “Vamos `Chiro´, vamos en moto… es la oportunidad, el tren pasa una sola vez”.
Con dos partidos sobre sus piernas, y una noche en la que la ansiedad no lo dejó dormir ni un minuto, a las 4 de la mañana se subieron a la moto y partieron para Embalse.
“Fueron 3 horas de viaje con mucho frio. La ansiedad y los nervios me estaban matando. No podía dejar de pensar que tenía 18 años y jamás me había ido a probar a ningún lado”.
En pleno viaje hacia Embalse
Llegaron a tiempo, antes de las 8. Los equipos estaban armados. El “Pampa” le presentó al “Rulo” Gonzales y a la “Gata” Olmedo, los técnicos que coordinaban el trabajo de las inferiores y el reclutamiento.
“Me preguntaron de que jugaba y les dije que de 3. Me dijeron que hacía falta un delantero, ni lo pensé y me mandé a la cancha. No conocía a nadie y tampoco me salieron todas, pero metí 2 goles y quedé”, revive el ex jugador de River, Argentino y Española.
Ya estaba adentro. En menos de 24 horas pasó de jugar un partido con la reserva de Hipólito Irigoyen a ser jugador de las inferiores de Instituto. “Fue el sueño del pibe. Hasta el día de hoy no puedo creer que se me hayan dado las cosas tan rápido”.
Igual, faltaban cosas por definir, y lo mejor estaba por venir.

Quedaba una prueba más, y no era menor lo que estaba en juego. Ángel no tenía donde vivir en Córdoba, y un partido contra Belgrano el miércoles siguiente determinó que tuviera un lugar en la pensión del club. “Cuando terminó el partido me dijeron que el lunes me esperaban con todas mis cosas”, relata Chirola, quien debutó en primera en Española a los 14.
Antes de armar la valija, se encargó de contarle a la gente de Irigoyen lo que había sucedido en los últimos días. “No lo podían creer. No les había dicho nada de la prueba. Estaban más contentos que yo”.
Repite de manera incansable, como buscando sin éxito algún otro adjetivo, que todo fue muy rápido. Y no es para menos. En una semana dejó su casa en Villa María, su club de Tío Pujio y su trabajo de albañil para enfrentar a Boca, River y demás, con Instituto.

En La Gloria

Más allá de la cercanía entre las ciudades, el apego con su padre y hermanos lo hizo pasar momentos duros, pero no suficientes como para desestabilizarlo. “Sufría la distancia, pero estaba mentalizado en permanecer ahí, pasara lo que pasara”.
Jamás dijo que su pasado reciente lo encontraba defendiendo por izquierda. “Al principio tenía un nudo en la garganta por que se enteren y pase algo”. Chirola se aferró a ese sueño que le tocaba vivir, sabiendo que podía no haber una próxima vez. Aprovechó cada minuto con los técnicos, que lo trataban como un delantero más, para adaptarse a esa posición que solo había ocupado en algún que otro entrenamiento en Tío Pujio.
El objetivo estaba claro: llegar a primera. Y la oportunidad se la empezó a ganar desde que se calzó la albirroja. “En mi primer campeonato en inferiores de AFA metí 15 goles”. Fue el goleador de las inferiores del club.
El rendimiento de Ángel no pasó desapercibido, y fue Claudio Vivas, que dejó el club el pasado mayo, quien le “echó el ojo”. El actual ayudante de Bielsa en el Athletic de Bilbao le dio la chance de empezar a rozarse con la primera en algunos entrenamientos. Hasta que por fin escuchó su nombre en esa tan codiciada lista por primera vez: “Terminó el entrenamiento. Instituto jugaba con Ferro el fin de semana y empezaron a dar la lista. Cuando me nombraron cerré los ojos y no lo podía creer. Cuando llegué a la pensión no podía parar de llorar. Estar en el banco ya era mucho para mí. Me sacrificaba y luchaba  mucho para eso y estaba muy cerca”.
No ingresó, pero la fecha siguiente lo volvieron a convocar. Cuando comenzó el segundo tiempo, largaron los suplentes a calentar. “Fue la entrada en calor más larga de mi vida. Cuando me llamaron solo pensé en hacer todo lo mejor posible”.
Le había llegado la oportunidad. Fueron 15 minutos contra Deportivo Merlo que jamás olvidará.
La fecha siguiente, la última del campeonato, también le tocó entrar pero, en este caso, fue para que Diego Klimovich recibiera los aplausos de despedida por el último partido de su carrera. “Fue algo inolvidable. Reemplazar a un goleador y símbolo del club, fue otro sueño cumplido”.
Sale Klimovich, entra Prudencio. "Chirola" reemplazó al granadero en su último partido

Chirola asegura que de no ser por aquel partido en Tío Pujio, por esa prueba en Embalse, por el eterno viaje en moto, todavía estaría jugando para Hipólito Yrigoyen y trabajando de albañil con el vecino. En realidad ya no importa, a Ángel Prudencio le llegó la oportunidad, y no la dejó pasar.