viernes, 28 de octubre de 2011

Adiós Don Amilcar

[En Septiembre de 2010, en el programa Tiempo de Deportes por LV2 AM 970, tuvimos el placer de charlar con Amilcar Brusa. Un par de días después, escribí esto para el semanario El Regional...]

Se dice que detrás de un gran campeón, hay un gran entrenador. Pero cuando el nombre de ese entrenador se repite una y otra vez al repasar a púgiles de distinta nacionalidad o categoría que hayan conquistado algún título, ya se trata de una leyenda. Amilcar Oreste Brusa, a los 87 años, el técnico más grande en la historia del boxeo argentino. Responsable de la enormidad de Carlos Monzón entre otras importantes figuras. Un pequeño repaso del maestro detrás del gran campeón. Perdón, detrás de 14 campeones Mundiales.
  
Quizás no muchos saben que fue su enorme figura la que hace casi medio siglo se escondía bajo el seudónimo de “El enmascarado”, en las épicas batallas de “Titanes en el Ring” junto a Martín Karadagian. Es que luego de colgar los guantes tras acumular 30 peleas como boxeador profesional, le daba cierta vergüenza mostrarse en el histórico show televisivo.
Amilcar Oreste Brusa nació el 23 de octubre de 1922 en un diminuto pueblo cercano a Santa Fe. Trabajó en el campo toda su niñez, algo que le resultaba “muy duro y aburrido”, según recuerda. Pero todo cambió cuando entre textos e historias se topó con la de Luis Ángel Firpo, aquel enorme albañil que se convirtiera en el primer boxeador argentino en pugnar por un título del mundo.
Desde ese momento, en cada oportunidad que tenía, se escapaba hacia Santa Fe para hacer un poco de guantes. No mucho tiempo después, sus condiciones lo llevaron al mítico Luna Park para sus primeras peleas.
Fueron solo 4 años (de los 22 a los 26) a golpes de puños en la categoría pesado. Abandonó tras perder la eliminatoria para los juegos olímpicos de 1948 ante Rafael Iglesias, aduciendo que si no servía para representar a su país, mejor retirarse.
Al poco tiempo cambió los guantes por tomas de catch, saltos, algunas piruetas y un poco de actuación en la ya mencionada exitosa tira televisiva.
De todas formas, su verdadera impronta no la dejó por su paso en la tv en blanco y negro, ni tampoco sobre el ring. Sino debajo de él. Desde el gimnasio.
Amilcar Brusa se erigió como un verdadero maestro en el arte de enseñar boxeo, a punto tal que es el entrenador en actividad con más títulos en todo el mundo.

Monzón y 13 más.

Catorce. Sí, catorce campeones mundiales crecieron y se desarrollaron bajo sus alas. Pero su predilecto, con quien plasmó la huella más grande fue con Carlos Monzón. El medio pesado argentino fue el primero de sus pupilos. Se acercó a Brusa con tan solo 7 peleas amateurs, y seguramente nunca imaginó que tiempo después rondaría la centena de combates en el campo rentado y se terminaría erigiendo como una leyenda aquel 7 de noviembre de 1970 al adueñarse del título universal ante Nino Benvenutti.
Como profesional Monzón ganó 87 veces, 59 por KO, empató 9 y perdió solo 3. Pero no es casualidad que esos 3 reveces los sufrió justo cuando Brusa estuvo ausente en su esquina por compromisos con otros pupilos. Después de su última caída, nunca más volvieron a separarse, y como consecuencia, Monzón no volvió a conocer la derrota en las 74 peleas que restaron para el final de su carrera.
Defendió la corona 14 veces, pero hay una victoria que Amilcar resalta entre uno de sus más valiosos recuerdos. Fue en 1974, cuando hizo morder el polvo a “Mantequilla” Nápoles: “Cuando terminó la pelea se me acercó Ángelo Dundee, el manager de Nápoles, y que además fue entrenador de Muhammad Ali y Sugar Ray Leonard y me dijo ´Brusita, ¡Qué práctico es este negrito! ¡Qué bien pega, qué bien camina, si no lo saco me lo mata´”.
Brusa lo cuidó como a un hijo. Cuando Monzón le anunció su retiro en 1976, el maestro le advirtió que era para nunca más volver. Sin embargo, dos años más tarde Monzón recibió una oferta de 3 millones de dólares para enfrentarse a Marvin Hagler, y no tardó en hacérselo saber a su padre deportivo, quien no dudó en negarse rotundamente a la pelea. Al poco tiempo, Monzón le dio la razón y se lo agradeció.
Puso a la persona por sobre el dinero. No mató a un ídolo. No quemó la imagen de ese boxeador que ya era una leyenda. Cualquier otro lo subía al ring y se ganaba su plata. Amilcar, no.

Una vez soltada la mano de su prodigio, no tardaron en llegarle infinidad de ofertas de boxeadores  de todo el mundo que querían tocar el cielo. Y no les falló. Sabía y sabe cómo hacer su trabajo. Cuál es el camino para llevar a un simple chico que tira golpes al bulto, hacia la gloria. Tuvo bajo su conducción a 14 campeones mundiales. Además guiando a distintos púgiles obtuvo un campeonato mundial hispano, seis coronas latinoamericanas, una sudamericana, 7 títulos argentinos, y más de 10 en el campo amateur.
En la actualidad, se levanta a las 5 de la mañana al igual que lo hizo cada uno de los días de su vida. En esta oportunidad acompañando a Alejandra “Locomotora” Olivera.
Hizo meritos suficientes para ingresar, en junio del 2007, al Salón de la Fama del Boxeo Internacional en Estados Unidos, y en 2009 al Salón de la Fama del Boxeo Mundial de la ciudad de Los Ángeles. Las distinciones más importante que puede recibir quien alguna vez se relacionó a los guantes.
De todas formas, no hay reconocimiento, mención, premio, u cualquier otra formalidad que pueda materializar su grandeza en este deporte más que una frase que repite con frecuencia: “Tengo 87 años, ya sé dónde voy a terminar, pero no me empujen. Puse mi vida en el gimnasio, y lo voy a seguir haciendo hasta el último día de mi vida”.

Los 14 campeones mundiales, en sus propias palabras.

-Carlos Monzón: "El más grande de todos. El más práctico del mundo".
-Miguel Ángel Cuello: "Fue un tipo torpe en su conducción. Tuvimos la suerte de ganar el campeonato, pero después no se supo conducir por la buena senda".
-Francisco Quiróz: "Era dominicano, son muy buenos para el beisbol y el boxeo, pero se mareó por la fama enseguida".
-Miguel Lora: "Muy buen boxeador, pero pedante como él solo".
-Antonio Esparragoza: "Buen boxeador y mejor persona".
-Sugar Regis Rojas: "Le ganó a Gustavo Ballas. Esa pelea la necesitaba yo para desquitarme de los argentinos porque me había ido con la cola entre las patas. Era un desquite mío contra los argentinos".
-Tomás Molinares: "El colombiano fue un desperdicio, la droga lo quemó. Ganó de manera espectacular, pero se fue a Colombia y se metió a las drogas".
-Luis “Chicanero” Mendoza: "Un gran chico y excelente boxeador".
-Rafael Pineda: "Otro colombiano buen boxeador pero que no me gustó como persona. Los que no saben decir gracias no me gustan".
-Francisco Tejedor: "El último colombiano que saqué. Fue el único que saqué de Colombia, los otros fueron en Estados Unidos".
-Juan Domingo Córdoba: "Yo no lo entrené, lo entrenaron los hermanos y el padre, yo solo lo  dirigí".
-Rodrigo “La Hiena” Barrios: "Otro buen boxeador, pero este chico se equivocó. Le dije que una vez campeón mundial, lo iban a andar buscando las mujeres, la televisión y demás. Le sugerí que aprendiera a conservar lo suyo, y hacer las cosas bien. Y lo hizo todo al revés, se desvió el objetivo. Por eso tomamos distintos caminos".
-Carlos Hernández: "Gran boxeador con quien no terminé bien la relación por cuestiones de plata".
-Carlos Manuel Valdomir: "De los mal agradecidos no hago comentarios".

miércoles, 5 de octubre de 2011

Raúl Suppo y el Taller de Ciclismo de Villa Nueva: La satisfacción de enseñar en bici…

En Villa Nueva, hay un lugar en donde más de 50 chicos de entre 5 y 15 años practican un deporte. En ese lugar, niños y niñas comparten el mismo equipo desde hace 3 años. Allí también algunos padres, y hasta abuelos que se animan, son bienvenidos.
Cuando uno ingresa a ese sitio los prejuicios quedan de lado, la competencia es con uno mismo, y cada nuevo raspón es una medalla más.
Se trata del Taller de Ciclismo de Villa Nueva, en donde el encargado del Área de Deporte de la Municipalidad, Raúl Suppo, disfruta mientras intenta transmitir un poco de lo que ha aprendido sobre la disciplina.

Raúl Suppo tiene 48 años y práctica Atletismo desde los 18. Jugaba al fútbol en Colón de Arroyo Cabral, pero se cansó.
Se acercó a la actividad de la mano de Guillermo Roldán y siguió creciendo junto a Antonio Ubelli, buscando logros y satisfacciones propias, en donde los buenos y los malos resultados dependiesen de sí mismo.
Desde aquella primera vez, hace 30 años, jamás dejó de entrenar. Al contrario, incursionó en especialidades pedestres como duatlones o triatlones que le permitieron conocer el mundo del ciclismo, el cual tampoco abandona desde hace algo más de 20 años.
Ahora, además, es el primero de la fila en una caravana de niños y grandes en bicicletas.

El taller, una buena alternativa

El Taller de Ciclismo nació hace 3 años como una alternativa a ofrecer. “Me incliné por el ciclismo porque contamos con el espacio ideal para el Mountain Bike como es la vera del río con subidas y bajadas, y también porque en tantos años que estoy en esto he recorrido el país y descubrí que el semillero de chicos o las escuelas son mínimos y en algunos lados directamente no existe”, expone Raúl.
El lugar de concentración fue una vieja confitería, frente al parque de Villa Nueva, que luego de ser reacondicionada se transformó en una posada para deportistas.
Suppo era consciente de que no iba a resultar fácil sumar gente a la iniciativa. “Es un deporte caro cuando las bicis se rompen, pero lo tomé como un desafío”.
Tardaron en llegar, pero se acercaron los primeros 3 chicos, de los cuales 2 ya estaban entrenando y uno  competía. Pero para sorpresa de Raúl, al cabo de 4 meses ya eran 20.
“Mucho tiene que ver con el apoyo de los padres, que es fundamental para que el chico se acerque. Además mi idea inicial es que la familia lo acompañe y que se sume”.
Muchos chicos llegaron al Taller de Ciclismo, y lo siguen haciendo, provenientes de otros deportes, pero especialmente del fútbol. “Desde el baby ya existe eso de que si un niño no rinde, prácticamente no juega y pierde las ganas de hacer deporte, por eso esta es una buena alternativa”.

 Para toda la familia

Orgulloso, Raúl cuenta que actualmente son más de 50 los chicos de entre 5 y 15 años, tanto de Villa Nueva como de Villa María, que participan del Taller. Pero que también, desde el año pasado se está sumando gente de mayor edad.
“Todos los días nos ven pedaleando a un grupo de 40 personas, cada uno con su camiseta, por distintas partes de las dos “villas”. Eso llama a muchos a sumarse.”
Esa idea madre con la que fantaseó en donde padres e hijos pedalean juntos, empezó a materializarse. “Hoy no solo se han sumado padres, sino que también ¡hasta abuelos! Que quieren sentirse bien, hacer una actividad al aire libre y charlar.”
El apoyo general hacia los chicos por parte de las familias lo sorprende. Principalmente porque reconoce que todo se realiza a pulmón. Para el que compite, no es fácil afrontar los gastos federativos, de inscripción y, sobre todo, los viajes, ya que muchas competencias son fuera de la provincia.
De cualquier manera, hay quienes han encontrado la forma de que no signifique un gasto para el chico, sino una inversión para la familia.
“Hoy los padres aprovechan esa salida que significa llevar al chico a competir como si fueran unas pequeñas vacaciones, porque la mayoría no puede tomárselas. Cuando compiten 5 chicos que van acompañados, somos unas 25 personas que terminamos compartiendo la actividad”.

Para competir o por placer

Se juntan de lunes a viernes, de 14.30 a 18.30. No siempre están todos los que forman parte del taller porque se entrenan según puedan en distintos horarios y dependiendo también de la exigencia.
“Cada chico tiene su horario por la escuela, entonces es raro que estemos todos juntos al mismo tiempo. Por eso aprovechamos para que los que compiten o los que simplemente lo hacen por placer, tengan su tiempo y espacio adecuado. Igualmente solemos ser 40 cada día”.
Raúl deja que disfruten el momento, sin rigurosidades de ningún tipo, porque sabe que así como hay quienes llegan de la escuela, comen, duermen la siesta antes de ir al Taller, están quienes pasan derecho a entrenar, con menos descanso y sin una buena alimentación.
“Los acompaño en bicicleta y vamos a diferentes circuitos. Les hago probar distintos terrenos, y cada uno hace un trabajo especial de acuerdo a si compite o si solo es recreativo. Los corrijo y les voy puliendo detalles”, describe sobre su trabajo.
La decisión de empezar a competir pasa por el chico y sus padres, “yo solo los preparo y les comunico si están en condiciones de hacerlo”, explica.
Más allá que no sea el objetivo principal, los frutos están a la vista. Muchos de sus pupilos generalmente ocupan puestos de excelencia en torneos a nivel Regional, y hasta tienen a una sub Campeona Argentina, la joven Julieta Sainz.
Para quienes no tienen la posibilidad de competir afuera, una vez al mes se organiza una en el Parque de Villa Nueva.


Palabras que reconfortan

Trabajar con 40 chicos arriba de sus bicicletas al mismo tiempo debe ser cansador. Pero Raúl Suppo no reniega de ello, lo disfruta. “Son mi cable a tierra después de estar toda la mañana con papeles”.
Los años le dieron la posibilidad de aprender a extraer fuerzas y ganas de seguir de cada una de las palabras que recibe sobre su querido Taller de Ciclismo.
“Según la condición económica, hay padres que vienen y me agradecen porque les saqué el chico de la calle. Pero también están los que me agradecen por despegarlo de la computadora.
Los que me dicen que ahora andan bien en la escuela porque aprendieron a comprometerse con algo. O los que me comentan que mejoraron su comportamiento porque eran introvertidos y acá se hizo de muchos amigos. Para mí es reconfortante.”
Dicen que hay un lugar en Villa Nueva en donde nadie conoce el significado de la palabra egoísmo. En ese lugar, el gordito, el petiso, el de la bici linda o el que puede ir de vez en cuando, son todos amigos. Se comenta que allí, cuando uno recién empieza, lo hacen sentir como si hiciera meses que viste esa camiseta con los colores de la ciudad. Ese sitio es el Taller de Ciclismo, y tiene las puertas abiertas.