lunes, 21 de mayo de 2012

El adiós del Chopo Morales: una vida entre el fútbol y las tijeras


Gerardo “Chopo” Morales dejó las canchas, no el fútbol. El pibe que soñó en Independiente, donde aprendió a ser el peluquero de hoy, y que jamás volvió a River porque ya estaba en casa.

A los 30´ del primer tiempo se produce el cambio. Camina los metros que lo separan de la línea de cal por última vez. Dos metros antes se frena y mira hacia atrás. No solo está dejando tras sus hombros los 60 minutos que restan de partido. Va muriendo de a poco. Se saca los botines y, mientras una lágrima se le escapa, cruza la línea por última vez.
El pasado 15 de abril, el “Chopo” Morales le dijo adiós al fútbol después de 20 años. Una relación con la pelota que, de casualidad, también lo llevó a su actual profesión, la de peluquero.
Gerardo, para algunos pocos, no solo heredó el apodo de su padre, histórico de los 60 y 70, sino también el amor por este deporte y la capacidad de golear.

El sueño de todos, el lugar para algunos

El Chopo, abajo, a la derecha, en las inferiores del rojo
Nació y se crio al frente de la vieja “Leonera” de Alem, pero sus primeros goles los marcó en Asociación Bancaria, en el baby, y en River después. Allí, bajo el ala de Marcelo Alamo, se convirtió en un zurdito picante. Un delantero que con 15 años sedujo a Ferro e Independiente. “A esa edad me empecé a destacar y marcar un poco  de diferencia, sobre todo en lo físico”, recuerda. Partió hacia Avellaneda. Decidido y con el mismo objetivo que tienen todos y solo un puñado consigue. “Fueron 2 años y medio en la 7ma y 6ta, aun que por ahí si andabas bien te hacían jugar con la 4ta. Compartí equipo con jugadores como Gustavo López, Pablo Rotchen, Pascual Rambert, y compartía habitación con el flaco Bossio. Enfrenté a otros que después fueron grandes como Palermo, Verón, el Pupi Zanetti, el Piojo López, Bichi Fuertes, el Ratón Ayala”.
Si no es fácil ser jugador de pensión hoy, antes, era bastante más sacrificado. “López o Rambert por ejemplo, no marcaban tanta diferencia, triunfaron de grande, pero como eran de Buenos Aires, tenían la ventaja de no tener que estar siempre al máximo nivel, se les tenía más paciencia a los de allá. Los de afuera estábamos obligados a mantener un nivel excelente todos los años porque al estar en pensión ocasionábamos gastos, teníamos una sola oportunidad”, asegura. A ello se le sumaba la gran cantidad de jugadores de renombre con que contaba Independiente en su plantel superior, que no dejaban lugar a los nuevos valores. “Dani Garnero, con 20 años, todavía estaba en la pensión esperando su chance, pero adelante lo tenía a Bochini y Burruchaga, era imposible. Hoy apenas si tenés un par de jugadores de más de 30 y el resto todos chicos”.
En aquella época, por esas cosas que tiene el destino, el fútbol le mostró un camino fuera de él, que hizo propio muchos años después. “En la pensión nos cortábamos el pelo entre nosotros”, dice el Chopo.
Y fue persiguiendo a Caniggia que, otra vez, las tijeras le mostraban una ventana al futuro: “Estaba en pleno centro y lo veo bajar de un auto con la Nannis y meterse en una peluquería. Fui para allá y encontré a un peluquero que siempre iba a ver a Independiente. Se sorprendió porque yo era jugador del club y como le conté que en la pensión nos cortábamos el pelo me dijo que me iba a enseñar algunas cosas. Fui un par de veces y de pronto en la pensión todos querían que les corte yo”. Años más tarde, ya en la ciudad, haría de ello la su actividad actual.

River, lugar al que jamás volvió

En la peluquería, fuera de una cancha, SU lugar
Con 18 años se despedía de las vacaciones en Villa Nueva y emprendía el regreso a Buenos Aires. Pero no como siempre, su cabeza le decía que era su momento. “Sentía en mi cuerpo y mi juego que estaba preparado para ir a dar el salto, ese año podía ser el de despegue”. Sin embargo, al llegar al club, las cosas lo sorprendieron para mal. Cambios políticos, de técnicos, de pensión, fueron un combo que hicieron al Chopo replantarse su continuidad. “Les habían empezado a dar prioridad a unos santafesinos, vi algo raro, parecía que en cualquier momento nos íbamos a quedar libres y decidí irme”. Sin tiempo que perder, consiguió una prueba en River y la rompió, pero jamás volvió al club. “Jugué 3 partidos y me fue muy bien. Ahí lo conocí a Almeida porque era el capitán de la categoría. Me ofrecieron quedarme, pero como el libro de pases había cerrado, tenía que estar unos meses en Buenos Aires y después volver, al final decidimos con mi familia que volviera a Villa María y en Junio irme. Hasta el día de hoy, de lo que más me arrepiento es no haber vuelto a River”.
En su regreso, se sumó a Alem, y su cabeza se quedó acá. “Llegué, me encontré con una platita, después me llamaron del Bell, cuando llegó Junio ni tenía en la cabeza volver a River. Alamo siempre nos decía que tratemos de no volvernos tanto, porque acá la familia, los amigos, las salidas, te sacan del enfoque. Antes volvías y pasabas a ser jugador de Liga local, hoy el Argentino A abre muchas puertas. Hoy les digo a los chicos que es más fácil llegar porque hay más facilidades. Volverse era un salto muy grande en aquella época, pasabas a ser jugador de un club de barrio. El fútbol es 70% suerte, si no pasaba lo que pasó en Independiente cuando volví, la historia podría ser otra”.

El hijo de…

Los ojos del futbolero doméstico se posaron en ese pibe de 18 años que venía de Buenos Aires y era hijo del Chopo Morales. “Era una presión, y todo el mundo me comparaba, pero enseguida me encargué de marcar que el Chopo fue mi papá y yo venía a ser Mauricio Morales. Creo que con el tiempo cumplí las expectativas del resto”.
Hizo de Alem su casa futbolística, donde siempre volvió después de pasar por otro club. Bell, Colón, Central Argentino, San Lorenzo de Las Perdices y Unión Central lo disfrutaron. Acumuló 12 finales y 6 títulos. “Pero eso es para las cargadas en los asados”.
El primer Alem que integró después de volver de Buenos Aires. El quinto, de izquierda a derecha
Después de 20 años jugando en la ciudad, el pasado 15 de Abril se consumó algo que ya venía masticando. “Jugué el último Provincial con Unión sabiendo que me estaba acabando la nafta. Después de eso, dejé de disfrutar hacer el bolso y doblar las vendas. Incluso los médicos me dijeron que tenía buenas piernas, que mejor no las arruinara. Bastante las castigué siendo feliz con la pelota, era tiempo de dejarlo antes que él me deje a mí. Jugué desde los 5 años, el retiro es la primer muerte”.
Más allá de algunos ofrecimientos para ser técnico que no aceptó, y de estar como ayudante de campo de Nestor Vicario en Unión, por un tiempo prefiere mirarlo de afuera y quedarse con una imagen que asegura, lo acompañará para siempre. “Cuando dejaba la cancha el último partido, levanté la cabeza y vi la cantidad de gente aplaudiendo, pensé: Algo me llevo del fútbol, pero parece también que algo dejé”.