Un mal que atormenta al fútbol argentino desde hace tiempo, pero que está
rozando el nivel más encumbrado en las últimas semanas. Dirigentes adictos,
consecuencias, hasta ahora, irremediables.
Droga es toda sustancia que, introducida en un organismo vivo por
cualquier vía, es capaz de actuar sobre el sistema nervioso central provocando
una alteración física y/o psicológica, experimentación de nuevas sensaciones o
la modificación de un estado psíquico, es decir, capaz de cambiar el
comportamiento de la persona y que posee la capacidad de generar dependencia y
tolerancia en sus consumidores […] Introducen a la persona que las toman a
repetir su autoadministración por el placer que generan. El cese en su consumo puede
dar lugar a un gran malestar somático o psíquico.
La definición, que corresponde a la
Organización Mundial de la Salud, no incluye a la droga que, desde hace tiempo,
domina el ambiente del fútbol. Pero dado sus efectos, dependencia y consecuencias,
tranquilamente podría estar en el listado.
No se trata de esteroides o
anabólicos. Tampoco de marihuana o cocaína. La droga que ha penetrado y tiene
alterado al fútbol en los últimos tiempos se llama barrabrava.
Su consumo está reservado para unos
pocos, por sus costos y su difícil acceso: Dentro de un club; aquellos que
gocen de estar en el máximo escalón dirigencial; quienes disponen del control
absoluto o parcial del dinero con que subsiste la entidad; o los que tienen la
facultad para otorgar determinados beneficios dentro o a costa de la
institución.
Los hace sentir poderosos. Los
transporta a una dimensión de la que ya no podrán volver. Se sienten
contenidos, protegidos. Les da placer y satisfacción en diferentes cuotas. Les
resulta necesario manipular en grandes cantidades las dosis, mientras más
mejor. Destinan enormes sumas de dinero.
No afecta solo a los que se hayan
animado a entregarse a sus placeres y sufrimientos. Penetran en lo más profundo
del ADN de un club y se heredan de mandato en mandato. Sino, pregúntenle a
Javier Cantero, presidente de Independiente desde hace 6 meses, que está en
plena lucha por intentar someter a una rehabilitación al club de Avellaneda. Las
amenazas de estos bastardos de aliento en alquiler se propagan a manera de
réplica sin discriminar lazos familiares y derivaron en la renuncia del
Vicepresidente, que luego optó por tomarse licencia.
Los dirigentes se hacen adictos a los
efectos de esta droga. Sus oídos se endulzan cada fin de semana con canticos a
favor, sin contemplar que cada grito que nace de la tribuna, es un crédito que
el barrabrava cree recibir para reclamar. Siempre con la intimidación que
implica la impunidad con la que manejan armas blancas y de fuego.
Por mencionar alguno de los hechos
que tuvieron lugar en las últimas semanas, se destaca lo que padecieron los
jugadores de Instituto, quienes volvían de Corrientes tras perder con Boca
Unidos, y, tal si fuera un nuevo plan presidencial, les interceptaron el micro
ofreciendo “balas para todos” si no ascienden. Como si no fueran los propios
jugadores los primero en querer jugar la próxima temporada en la máxima
categoría.
También Gio Moreno, el colombiano
delantero de Racing, soportó que le colocaran una pistola en su rodilla invitándolo
a dejar el club, no sin antes ganar el fin de semana.
A Adrián Medina, técnico de Chaco For
Ever, directamente le balearon la casa luego de perder 3 a 0 con San Jorge de
Tucumán y quedar prácticamente sin chances de ascenso en el Argentino B. El
técnico no dejó su cargo, pero si confirmó que había recibido aprietes
anteriormente.
Dueños del corazón de la popular,
nadie se atreve a ocupar ese lugar. Parece un ritual que hagan su ingreso con
el partido comenzado. Lejos de una ceremonia, aprovechan hasta los últimos
segundos para vender las entradas que les facilitan estos adictos al aguante
rentado.
No tienen trabajo, viven de pintar
trapos que destiñen cada vez que hay un mejor postor. Son changarines cuando de
vez en tanto abandonan los tablones para golpear bombos en algún acto político.
Cumplen funciones institucionales.
Además de regañar dinero a los jugadores, otra de sus entradas son los
estacionamientos que tienen bajo su tutela cuando juegan de local.
Son cómplices entre ellos, más allá
de llevar otros colores en la camiseta. Se manejan con los mismos códigos,
hasta hace poco, por separado. La creación de la ONG Hinchadas Unidas
Argentinas, que nació por un proyecto del dirigente Kirchnerista Marcelo Mallo,
les permitió organizarse para viajar al Mundial de Sudáfrica 2010, con
financiación a través de planes sociales. “No se hace esto para llevar hinchas
de clubes al Mundial, el objetivo es trabajar en contra de la violencia en el
fútbol, erradicarla”, supo decir Mallo. Se usaron mutuamente. Hoy, las banderas
que antes tenían pintada la silueta de un pingüino, rezan “Francisco De
Narváez”. Según un informe del periodista Gustavo Grabia, los barrabravas de
HUA acordaron apoyar al colorado a cambio de financiamiento para la Copa
América.
En todas partes
El equipo acaba de ganar. Los hinchas
visitantes ya abandonaron su tribuna y los locales de a poco hacen lo propio.
Pero hay un grupo que no se mueve. Son unos 20, con redoblantes y bombos, de
entre 15 y 20 años. Parecen buscar algo, hablan entre ellos, se los nota algo
nerviosos. Parecen saber que quieren pero no cómo. Al parecer, uno, en el medio
de una especie de ronda improvisada, es el que toma la decisión y el resto lo
sigue. Se le van a pique al dirigente del club y, al grito de “con esto no
alcanza”, lo rodean. Apurado, el dirigente se dirige a la cantina. Vuelve, trae
algo en una mano que inmediatamente pasa al petiso que encabezó la avanzada. La
manada aparentemente se ha calmado. Dan media vuelta y se marchan. Ninguno
parece haberse percatado que el episodio tuvo lugar a metros de los hinchas que
dejaban la cancha. Los verdaderos.
No hace falta remontarse a ninguna
categoría profesional para enmarcar la situación. En nuestra Liga Villamariense
de Fútbol, esta droga, también aprieta. Quizás similar al paco, por ser barato,
de ínfima ralea, y en minúscula dimensión, parece haber desembarcado en el
fútbol doméstico. O acaso está aquí desde hace tiempo. Como si nada. A las
sombras. O no tanto.