lunes, 11 de junio de 2012

Barrabravas, la droga del fútbol


Un mal que atormenta al fútbol argentino desde hace tiempo, pero que está rozando el nivel más encumbrado en las últimas semanas. Dirigentes adictos, consecuencias, hasta ahora, irremediables. 

Droga es toda sustancia que, introducida en un organismo vivo por cualquier vía, es capaz de actuar sobre el sistema nervioso central provocando una alteración física y/o psicológica, experimentación de nuevas sensaciones o la modificación de un estado psíquico, es decir, capaz de cambiar el comportamiento de la persona y que posee la capacidad de generar dependencia y tolerancia en sus consumidores […] Introducen a la persona que las toman a repetir su autoadministración por el placer que generan. El cese en su consumo puede dar lugar a un gran malestar somático o psíquico.  

La definición, que corresponde a la Organización Mundial de la Salud, no incluye a la droga que, desde hace tiempo, domina el ambiente del fútbol. Pero dado sus efectos, dependencia y consecuencias, tranquilamente podría estar en el listado.
No se trata de esteroides o anabólicos. Tampoco de marihuana o cocaína. La droga que ha penetrado y tiene alterado al fútbol en los últimos tiempos se llama barrabrava.
Su consumo está reservado para unos pocos, por sus costos y su difícil acceso: Dentro de un club; aquellos que gocen de estar en el máximo escalón dirigencial; quienes disponen del control absoluto o parcial del dinero con que subsiste la entidad; o los que tienen la facultad para otorgar determinados beneficios dentro o a costa de la institución. 

Los hace sentir poderosos. Los transporta a una dimensión de la que ya no podrán volver. Se sienten contenidos, protegidos. Les da placer y satisfacción en diferentes cuotas. Les resulta necesario manipular en grandes cantidades las dosis, mientras más mejor. Destinan enormes sumas de dinero.

No afecta solo a los que se hayan animado a entregarse a sus placeres y sufrimientos. Penetran en lo más profundo del ADN de un club y se heredan de mandato en mandato. Sino, pregúntenle a Javier Cantero, presidente de Independiente desde hace 6 meses, que está en plena lucha por intentar someter a una rehabilitación al club de Avellaneda. Las amenazas de estos bastardos de aliento en alquiler se propagan a manera de réplica sin discriminar lazos familiares y derivaron en la renuncia del Vicepresidente, que luego optó por tomarse licencia.

Los dirigentes se hacen adictos a los efectos de esta droga. Sus oídos se endulzan cada fin de semana con canticos a favor, sin contemplar que cada grito que nace de la tribuna, es un crédito que el barrabrava cree recibir para reclamar. Siempre con la intimidación que implica la impunidad con la que manejan armas blancas y de fuego.
Por mencionar alguno de los hechos que tuvieron lugar en las últimas semanas, se destaca lo que padecieron los jugadores de Instituto, quienes volvían de Corrientes tras perder con Boca Unidos, y, tal si fuera un nuevo plan presidencial, les interceptaron el micro ofreciendo “balas para todos” si no ascienden. Como si no fueran los propios jugadores los primero en querer jugar la próxima temporada en la máxima categoría.
También Gio Moreno, el colombiano delantero de Racing, soportó que le colocaran una pistola en su rodilla invitándolo a dejar el club, no sin antes ganar el fin de semana.
A Adrián Medina, técnico de Chaco For Ever, directamente le balearon la casa luego de perder 3 a 0 con San Jorge de Tucumán y quedar prácticamente sin chances de ascenso en el Argentino B. El técnico no dejó su cargo, pero si confirmó que había recibido aprietes anteriormente.

Dueños del corazón de la popular, nadie se atreve a ocupar ese lugar. Parece un ritual que hagan su ingreso con el partido comenzado. Lejos de una ceremonia, aprovechan hasta los últimos segundos para vender las entradas que les facilitan estos adictos al aguante rentado.

No tienen trabajo, viven de pintar trapos que destiñen cada vez que hay un mejor postor. Son changarines cuando de vez en tanto abandonan los tablones para golpear bombos en algún acto político.
Cumplen funciones institucionales. Además de regañar dinero a los jugadores, otra de sus entradas son los estacionamientos que tienen bajo su tutela cuando juegan de local.

Son cómplices entre ellos, más allá de llevar otros colores en la camiseta. Se manejan con los mismos códigos, hasta hace poco, por separado. La creación de la ONG Hinchadas Unidas Argentinas, que nació por un proyecto del dirigente Kirchnerista Marcelo Mallo, les permitió organizarse para viajar al Mundial de Sudáfrica 2010, con financiación a través de planes sociales. “No se hace esto para llevar hinchas de clubes al Mundial, el objetivo es trabajar en contra de la violencia en el fútbol, erradicarla”, supo decir Mallo. Se usaron mutuamente. Hoy, las banderas que antes tenían pintada la silueta de un pingüino, rezan “Francisco De Narváez”. Según un informe del periodista Gustavo Grabia, los barrabravas de HUA acordaron apoyar al colorado a cambio de financiamiento para la Copa América.



En todas partes

El equipo acaba de ganar. Los hinchas visitantes ya abandonaron su tribuna y los locales de a poco hacen lo propio. Pero hay un grupo que no se mueve. Son unos 20, con redoblantes y bombos, de entre 15 y 20 años. Parecen buscar algo, hablan entre ellos, se los nota algo nerviosos. Parecen saber que quieren pero no cómo. Al parecer, uno, en el medio de una especie de ronda improvisada, es el que toma la decisión y el resto lo sigue. Se le van a pique al dirigente del club y, al grito de “con esto no alcanza”, lo rodean. Apurado, el dirigente se dirige a la cantina. Vuelve, trae algo en una mano que inmediatamente pasa al petiso que encabezó la avanzada. La manada aparentemente se ha calmado. Dan media vuelta y se marchan. Ninguno parece haberse percatado que el episodio tuvo lugar a metros de los hinchas que dejaban la cancha. Los verdaderos.
No hace falta remontarse a ninguna categoría profesional para enmarcar la situación. En nuestra Liga Villamariense de Fútbol, esta droga, también aprieta. Quizás similar al paco, por ser barato, de ínfima ralea, y en minúscula dimensión, parece haber desembarcado en el fútbol doméstico. O acaso está aquí desde hace tiempo. Como si nada. A las sombras. O no tanto.