Desde hace un largo tiempo, Unión Central realiza enormes esfuerzos por permanecer disputando la Liga Villamariense de Futbol. Gustavo Guzmán, presidente de la sub comisión de fútbol, desmenuza una realidad que poco se conoce sobre uno de los clubes con más historia de nuestra ciudad.
Hace algunos meses, en esta misma página, procuramos contarles los fructíferos pasos que estaban dando Alumni y Deportivo Argentino en cuanto al desarrollo de infraestructura en sus respectivos predios.
Lamentablemente, sus casos son excepciones. Es sabido que en la Liga Villamariense de fútbol, el principal de los tantos déficits, corresponde justamente a la cuestión edilicia.
Unión Central, cuna de grandes jugadores como “La Pepona” Reinaldi o “El Zurdo” Lopez, es uno de los más golpeados en ese aspecto.
No tiene un pedazo de tierra para entrenar ni un lugar donde jugar, y estuvo a punto de no participar de la actual edición del torneo por falta de recursos económicos, pero Gustavo Guzmán, presidente de la sub comisión de fútbol, asegura que a comparación de otros años están “en la gloria”.
Un añejo problema actual
El problema germinó hace 30 años. “En el ´80, Unión tenía 6 hectáreas hermosas a orilla de la ruta 9. Según cuentan algunas personas, fue vendido para saldar deudas que tenía el club. Allí se iba a hacer el Parque Industrial que al final nunca se hizo”. Guzmán intenta explicar lo que sucedió y se lamenta cuando piensa que lo que había en aquella época “equivaldría a lo que tienen Alumni o Argentino hoy”.
Pensando en un futuro, nada parece alentador: “Lo que no se hizo hace 30 años atrás, hoy es imposible. La gente ya no concurre al club como antes. En Unión entraba mucha plata por los bailes, los partidos, y demás. Ahora hay muchas opciones a donde ir, otros deportes, que hacen muy difícil volver a tener algo así”.
Por eso no titubea al momento de resumir la situación: “En fútbol, Unión Central hoy no tiene nada”.
Desde aquel entonces, Unión nunca tuvo un lugar para entrenar ni donde establecerse como local. “Hace mucho se usaba la Plaza Ocampo, cuando el club tenía mucho peso en la liga parecía dueño de la placita. Después las cosas cambiaron, hoy los dueños son otros”.
Hoy abrir la Plaza cuesta unos $1500, imposibles de afrontar para el club.
Gustavo Guzmán |
A la deriva
Estuvieron a punto de no participar de la corriente edición de la LVF porque, al igual que todos los años, las condiciones económicas no eran las propicias. De todas formas, el 2011 es especial. “No recuerdo desde que estoy acá que un año hayamos arrancado sin deuda. Este es el primero, porque al salir campeón de la B el año pasado, nos ganamos 4 cuotas. No podíamos no participar justo el año que no debemos nada”. Entre idas y vueltas, comenzaron 15 días antes del inicio del campeonato.
Unión Central nunca es tan visitante como cada vez que el fíxture marca que debe recibir a su rival.
Al no tener donde localizarse, debe resolver durante la marcha cuál será su hogar transitorio. “Si me preguntas donde vamos a jugar el fin de semana que viene, te digo que no tengo idea”.
Por eso, la erogación de dinero es muy grande cada vez que hace las veces de local: “Son $500 de alquiler de una cancha, $1050 de árbitros y $200 de médico. Por partido se nos van cerca de 2 mil pesos que hay que juntar durante la semana previa porque no los tenemos”.
Lo más angustioso se hace lugar cuando Gustavo Guzmán revela cómo entrenan día tras días los 90 jugadores que hoy juegan en el club entre primera, reserva y tres inferiores.
“Hoy todas las categorías entrenan en el Predio de los Médicos. Con las dos más grandes no hay problema porque lo hacen al medio día. El inconveniente es con las inferiores, porque salen del colegio tarde y entrenamos a la tardecita, y ahora en invierno a eso de las 19 ya esta anocheciendo entonces nos obliga a ir a otro lugar”.
Hasta allí no hay desagrados. Las dificultades están en las alternativas que manejan.
“A veces vamos al poli a correr, lo que implica que no se toque una pelota y el técnico no pueda parar un equipo. Para eso vamos al Parque de Villa Nueva, al predio de las domadas que si tiene luces. Inventamos dos arcos y juegan ahí”.
Si, un campito. De esos en donde el travesaño es imaginario. Con dos remeras que se disfrazan de postes. Así se preparan para jugar el domingo.
“En alguna ocasión intentamos entrenar con pelota en la costanera y por cuestiones lógicas suelen caerse al agua. Es lastimoso ver como los chicos se meten al río a buscar la pelota en invierno para seguir jugando”.
Ha sido peor
“¿Miedo?” Responde Gustavo cuando se le pregunta si existe algún temor de que si las condiciones actuales continúan, Unión Central no pueda seguir haciendo fútbol.
“Hoy estamos en la gloria. Creo que no vamos a pasar situaciones más difíciles de las que ya nos tocaron”.
El dirigente hace referencia a dos hechos puntuales que vivió hace unos 4 años atrás.
Fueron escenarios en las que el fútbol estuvo contra las cuerdas para el aurinegro.
Una de ellas fue cuando el club cumplió 100 años y Marcelo Santoni se acercó a la institución. Unión tenía $3500 de deuda que no podía pagar. “Se hizo el sorteo del fíxture y nos dejaron afuera del campeonato”. Finalmente el dinero apreció en forma de subsidio gracias a Dario Ranco, Presidente de la Federación Cordobesa de Fútbol.
“Ya era tarde pero no nos íbamos a dar por vencidos. Fuimos a la Plaza Ocampo, jugaba Alumni, con un grupo de jugadores y una bandera que decía que queríamos participar de la Liga”.
El sorteo se volvió a hacer. Unión fue sub campeón en la primera ronda, y festejó en la segunda.
El otro hecho corresponde al año en el que tener divisiones inferiores se volvió obligatorio para todos los equipos de la Liga.
“Estaba totalmente solo y las tuve que hacer. Formé una categoría ´92 con mi hijo y un grupo de amigos de la escuela. El primer partido lo disputamos con 8 jugadores. Había que salir a la calle a invitar a los chicos a jugar. Después hicimos la ´95 y la cuarta. En menos de 45 días formé tres categorías”.
Primera fecha de la LVF, Unión se localizó en cancha de Alem |
El amor no entiende de dinero
El amor por los colores no entiende de problemas de dinero. El exagerado esfuerzo que realiza este dirigente junto al resto de las personas que lo acompañan para que Unión Central siga haciendo fútbol, para que esos 90 jugadores puedan seguir vistiendo de negro y amarillo, e incluso para permitirse soñar con un baby en un futuro cercano, tiene un solo motivo: “El amor por el club es más fuerte que uno. Cada fin de año digo que voy a dejar. Qué ya no puedo seguir gastando tiempo y plata. Pero llega el 15 de enero y soy el primero en levantar el teléfono para poner las cosas en marcha”.
Ya no hay sueños con vestuario de lujo. Tampoco de asados en un quincho propio. Mucho menos de tribunas para miles de personas. Hoy el sueño se redujo a un pedazo de césped con dos arcos propios.
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