lunes, 23 de abril de 2012

Básquet, silencio y oportunidades

El pique de la pelota en las baldosas. El rechine de las zapatillas en cada frenada. La melodía del roce con la red. Un básquet silencioso durante años. Un jugador con una mano tremenda y una trayectoria envidiable, que después de muchos años descubrí gracias a las redes sociales. Pablo Arguello tiene 33 años. Empezó a jugar al básquet a los 10, y nunca dejó de practicarlo. Hoy busca oportunidades, como la que el deporte le dio hace muchos años.

Bastaba mirarse e inclinar la cabeza señalando el aro. O dibujar con una mano la mecánica de lanzamiento. El idioma del básquet fue el único mediante el cual hablamos durante años. Habremos jugado cientos de uno contra uno. Pasado horas tirando al aro mientras el otro le alcanzaba la pelota, o compartido la naranja cuando algún plantel entrenaba en la cancha principal y no había pelotas. Pero nunca habíamos hablado. Ni si quiera estoy seguro que se acuerde de mí o me reconozca. Dios no quiso darle el don de poder oír, seguramente porque lo bendijo con muchos otros. Pocos eran más conocidos en el club que él. Seguro porque nadie pasaba más horas ahí. Paso un buen tiempo hasta que supe que se llamaba Pablo. Y más para enterarme que su apellido era Arguello. No era mucho lo que sabía de él, ni tampoco tanto lo que podía averiguar. A veces con algunas señas me contaba que seguía jugando, que lo habían llamado a la selección de Córdoba otra vez. O de vez en cuando caía con una musculosa de la selección Argentina, y también le entendía que había estado en esa selección hacía unos años atrás. Sin exagerar, los esporádicos encuentros se repitieron durante unos 5 o 6 años, en la canchita de atrás. Una vez alejado de la cotidianeidad del club, pasaron un par de años sin saber de él. Hace no mucho tiempo, me encontré a Pablo en la terminal de Córdoba. La historia de siempre: “¿Seguís jugando?” le pregunté despacio para que me lea los labios, mientras lanzaba a un aro imaginario. “Más o menos. Acá en Córdoba, a veces, y allá también”, le entendí. Quizás nunca quiso decirme eso.

Tecnología que aleja

Algunos sociólogos, psicólogos y distintos especialistas, aseguran que el avance de la tecnología aplicada en la comunicación, lejos de acercar a las personas, las alejó. Pienso que en algunos aspectos, la tecnología acercó a las personas lejanas y alejó a las cercanas. Pero, en este caso, y específicamente mediante Facebook, me llevé una satisfacción enorme al respecto no hace mucho tiempo. Imposible describir la sensación que sentí la vez que vi el nombre de Pablo Arguello en la red social. Las imágenes de unos 10 años atrás me inundaron. Solo imaginar que por primera vez iba a poder comunicarme con él sin la pelota de por medio me puso la piel de gallina. La posibilidad de poder saber, realmente, quien fue la persona con la que compartí tantos ratos con el básquet como factor común fue una de las cuentas pendientes que jamás pensé cerrar.

Una trayectoria envidiable 

Veintitrés años ininterrumpidos de básquet. En 1990, su primer equipo fue Unión Eléctrica de Villa Nueva. Jugó en Central Argentino en el 91 y 92 y los dos años posteriores en Unión Central, donde salió campeón. En la 96/97 fue a Sparta, al año siguiente a Ameghino, donde también consiguió un título y finalmente estuvo otra vez en Sparta, desde el 99 al 2003, con un campeonato festejado en 2001. “Nunca tuve problemas para jugar en los clubes, pero a veces costaba que me integraran”, me cuenta por chat. El Circulo Regional de Periodistas Deportivos de Villa María lo distinguió en 1999 y la Asociación de Básquet local en 2002. Pero las mayores distinciones las consiguió en la cancha, al integrar equipos y selecciones significativas. Cada charla por chat me dejaba boquiabierto. Como cuando me contó que desde el 2000 integra la Selección de la Organización Cordobesa de Sordos de forma ininterrumpida, con la que fue campeón Nacional en 2006 del torneo que organiza la Federación Argentina de Básquet Silencioso. O que se coronó en Porto Alegre en un Torneo Internacional en 2007 y que el año pasado ganó el título de Campeón Argentino de la Copa Desafío. Además de las 7 ocasiones en que fue sub campeón Nacional. Si hasta ahí estaba perplejo, todo eso parece poco comparado con los Juegos Olímpicos que disputó en Roma, Italia, en 2001, y los Panamericanos en Buenos Aires, integrando la selección Argentina de Sordos.

                

“Hola Amigo, ¿Cómo estás?”

¿Alguna vez nos detenemos a pensar que algo tan cotidiano como el Facebook puede ser una puerta inmensa para muchos? “Hola Amigo, ¿cómo estás?”, me pregunta por chat. El día a día, el correr cotidiano, hace que no tomemos consciencia de que aquel que tenemos al lado jugando a la pelota puede ser mucho más especial que lo que pensamos. “En mayo tengo un campeonato”, cuenta. Pero, si bien el básquet es su pasión, quiere expresar otras cosas. Hoy, más importantes. Busca integración. Quiere poder trabajar. “Es mi mayor deseo. Mi sordera no me impide hacer cualquier tipo de trabajo, porque los sordos somos mucho más observadores en cualquier tarea”, sostiene. Pablo quiere una oportunidad. Como la que alguna vez le dio el básquet. “El año pasado fuimos con mi mamá a hablar con Nora Bedano o con Escamilla, para conseguir cualquier tipo de trabajo”, expone. Por supuesto, solo obtuvo promesas al respecto. “No entiendo, según dicen, en este país tan amplio hay trabajo para todos. ¿Dónde están las oportunidades?”, se pregunta. Ojalá pudiera darle la respuesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario