sábado, 24 de diciembre de 2011

Mauro Rosales: Entre el ayer, el hoy y lo que vendrá

Mauro Rosales está en la ciudad. Como cada vez que el fútbol le da un tiempo libre. Uno de los mejores jugadores que dio Villa María se escapó de Seattle para pasar las fiestas en familia. Una charla del pasado, el presente y el futuro, River, Bielsa, Alumni…

Mauro Rosales está viviendo un gran presente en el Seattle Sounders de la Mayor League Soccer de Estados Unidos. El ex Alumni se ganó el galardón de “mejor contratación” del año, terminó solo detrás de David Beckham entre los mayores asistidores, y aún le restan dos años más de contrato.
Desde hace unos días descansa en Villa María, lugar al que siempre quiere volver.

Si tuvieras que elegir una etapa en tu vida, ¿con cuál te quedás?

No podría elegir una. En todas disfruté y aprendí. Por ejemplo, el baby en el Santo porque me llenó de amigos y hasta salí campeón. Estados Unidos y Europa porque culturalmente me ayudaron muchísimo. Todas tienen cosas muy buenas.

¿Qué recordás de Newell´s?

Qué llegué soñando ser profesional. Fui a probarme junto a otros 20 chicos y quedamos unos 10, pero de a poco todos se fueron volviendo.
Me daba mucha fuerza ver que muchos se quedaban en el camino porque sabía que podía pasarme lo mismo, entonces trabajaba el doble. Muchas veces pensé en volverme por extrañar.
Al principio estábamos los 10 cordobeses en una habitación, se empezaron a ir y quedé prácticamente solo. Y eso que había chicos de Alumni que habían ido mucho mejor que yo, pero que tal vez pusieron otras prioridades. Yo creo que tuve motivaciones fundamentales: Salir campeón en inferiores, a los 17 estar en la selección, a los 18 debutar en primera, a los 20 salir campeón, a los 23 otra vez. Los resultados ayudan mucho.

¿Perdiste muchas cosas por darle prioridad al fútbol?

Me perdí de todo, pero puse al fútbol por delante de todo y no paré hasta conseguir lo que quería. En mi adolescencia volvía a casa cada un mes y medio, no sé cuantos aguantan estar encerrado en una pensión con 17 años.
El crecimiento de mi sobrino, cumpleaños de mis viejos, salir con mis amigos, todo me lo perdí por completo. Mientras estaba encerrado en una casa, solo, para jugar al día siguiente. Pero mi mentalidad era muy fuerte, y sabía que más adelante iba a recuperar eso que me perdí.
Incluso, también ya me hubiera gustado haber formado mi propia familia, pero no es fácil encontrar quien deje de lado su vida personal y te siga a todos lados. También voy a tener tiempo para eso.

¿Cómo fue tenerlo a Marcelo Bielsa de técnico?

Fue el mejor entrenador que tuve en mi carrera y el que más me ayudó a crecer. Su jerarquía a nivel mundial me preparó para lo que viví después en Holanda.
Es un tipo detallista, que no se conforma con nada. Hace los entrenamientos tan importantes como un partido. Por suerte entendí mucho su filosofía y su manera de ver el fútbol.
Muchos jugadores nos hemos vuelto locos alguna vez por sus gritos o exigencias, pero te da todos los fundamentos para cada cosa que te exige y no hay entrenadores que hagan eso. Bielsa te terminaba convenciendo.

¿Estabas preparado cuando diste el salto a Europa?

Mirando atrás es cuando más fuerza juntas para los desafíos que tenés en frente y yo sentía que estaba preparado por lo que había vivido en Newell´s y en la selección. Ser sparring durante 2 años de la mayor y entrenar contra Batistuta, Crespo, Sorín, me mostró hacía donde tenía que apuntar para llegar al nivel europeo.

Económicamente también fue muy importante para vos.

Siempre en ese sentido ayuda muchísimo, pero el jugador no piensa tanto en lo que va a ganar sino en lo que se va a enfrentar. Tenés que focalizarte en jugar y seguir creciendo para que los buenos contratos no se corten, para el día de mañana poder tener un buen bienestar para tu familia. Para mi es lo más importante, poder ayudarlos no tiene precio. Mi familia trabajó toda su vida, y que yo pueda ayudarlos es una satisfacción enorme.

Al volver, ¿Por qué River?

Aparte de Newell´s, era el club en argentina en donde tenía ganas de jugar. Mi deseo era poder volver a Argentina y salir campeón con River, y lo conseguí.

¿Fueron 3 años malos?

No, hubo de todo. Se dio que tuve la posibilidad de jugar y luego que no. Nos tocó salir campeón, y también nos fue mal. Pero es parte de lo que podía pasar, porque cuando salimos campeones se fueron como 5 o 6 jugadores y no se contrató más, había que arreglarse con lo que se tenía y realmente se necesitaba un plantel más largo. Uno se siente parte del descenso, pero no total responsable porque el último año y medio no estuve en el club.

¿Imaginabas que podía llegar el descenso?

Nunca pensé que podía pasar.

Siempre volvés a Villa María, ¿tu futuro está acá?

No lo pienso ahora, pero si estoy seguro que va a ser cerca de mi familia. También sé que después del fútbol tengo el deseo de compartir mis experiencias con los más chicos.

¿Volviste a tu nivel en Estados Unidos?

Nunca desconfié de lo que puedo dar como jugador de fútbol. Gracias a dios tuve un excelente año donde me tocó tener muchos buenos partidos, salir campeón, clasificar a copas. El jugador si tiene los compañeros alrededor con las mismas ganas, puede triunfar en cualquier lado. Pero si no tenés lo que necesitas, las cosas no salen bien.



¿Querés una revancha en el fútbol argentino?

No tengo que demostrarle nada a nadie en el fútbol argentino, ni darle revancha a nadie. Acá hice lo que tenía que hacer y me fue excelente cuando me dieron la posibilidad y confiaron en mí. Tuve buenos y malos torneos, el fútbol es así. Pero estuve en la selección juvenil, en la mayor, jugué la Copa América, salí Campeón Olímpico, fui campeón en Argentina y jugué en un equipo importante de Europa. ¿Qué tengo que demostrar? El fútbol ya me dio más de lo que había soñado que podía lograr.

¿Volverías a jugar en Alumni para cerrar tu carrera?

Todo es posible.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Antonio Hubelli y su carrera eterna

Antonio Hubeli, el “Vasco”, es una de las personas que más hizo por el atletismo en la ciudad. Con medio siglo corriendo y tres décadas enseñando, es una injusticia que hoy el destino intente frenarlo. Ahora camina el “Vasco”, pero lejos está de detenerse.  

Jueves 5 de febrero de 1987, “El Diario” publicaba una nota titulada “Atleta, Profesor y amigo”. El final del reportaje reza: El “Vasco” sigue inalterable por el camino que hace 25 años abrazó con pasión. Antonio Hubeli, el profesor, es un atleta más.
Veinticuatro años y nueve meses más tarde, esta nota podría terminar casi de la misma forma.
Es que Antonio Hubeli, el “Vasco” para todos, habla hoy a los 68 años, con la misma pasión, el espíritu intacto y la amabilidad eterna que se pueden apreciar en aquel pedazo de papel amarillento.
Poco parece importarle que los doctores ya no lo dejen correr más. Ni trotar si quiera. En realidad le importa, le duele, y mucho, pero decidió seguir sonriendo.
Hoy son algo más de 50 años transitando el camino que abrazó con pasión, el atletismo. Y unos 30, transmitiendo lo que sabe.

Ese atleta que hay en ti

Hubeli se enamoró del atletismo en Buenos Aires, y le juró amor eterno en Villa María.
Santafesino de nacimiento, porteño por obligación, villamariense por elección, a los 17 años se inició en la Unión Deportiva Argentina, club de Buenos Aires exclusivo de la disciplina. Especialista en los 800 y 1500 metros, tras 2 años allí, pasó a representar a San Lorenzo de Almagro, siguiendo a su entrenador Gilberto Moire. Con 19 años, también hacía sus primeras armas enseñando. “Mi entrenador me dejaba hacerles la entrada en calor a los chicos nuevos, era algo que me gustaba mucho”. Después de 3 años en Boedo, y a 5 de haber empezado a cosechar títulos Argentinos y records, como el de la Milla de Parque Avellaneda, decidió que era tiempo de marcharse.
“No me gustaba mucho Buenos Aires. Tenía a mis tíos en un campo cerca de Villa María y elegí cambiar mi forma de vida”, arranca.
Se fue, pero dejando una marca. “Hubeli: Figura del Atletismo. Tiene 22 años y es el mejor atleta de San Lorenzo(…)” dice la crónica de un diario porteño con una foto de Antonio sentado en el césped del viejo Gasómetro.

El "Vasco" con el Viejo Gasómetro de escenario 
Villa María y volver a correr

El Vasco llegó a la ciudad con 22 años. Se había alejado del atletismo y estaba instalado en el campo, trabajando. Igual, nunca había dejado de correr. “Siempre salía a trotar por el campo porque lo disfrutaba”. El tiempo había pasado, pero un día, el destino quiso probarlo y él cayó en la tentación. “De casualidad estaba escuchando la radio y dijeron que se iba a correr una maratón en Villa María. Enseguida le consulté a mi señora si no quería que le ganara un trofeo”.
Se entrenó 15 días y llevó el trofeo a su esposa. Al poco tiempo, uno de los últimos ejemplares del diario Noticias de 1974 titulaba: “Ya dejó el anonimato”. Revelando que no solo había retomado el atletismo, sino que consiguiendo importantes resultados en unos pocos meses.
“Después de unos 5 años sin hacer nada, me dediqué a las maratones y al poco tiempo me vine a vivir definitivamente a Villa María”.
Su amistad con Guillermo Roldan, a quien había enfrentado en varias ocasiones en Buenos Aires, le permitieron conseguir trabajo rápidamente. “Trabajaba para la Municipalidad, tenía a cargo la Plaza Ocampo”.
Hubeli no solo había vuelto a competir, sino que al tiempo se sumó al trabajo que venía realizando el enorme Guillermo Evans y se encargó de los pibes que hacían fondo.
Cuando Evans se marcha a tierras divinas, el Vasco, por pedido de la Asociación Villamariense de Atletismo, deja el cuidado de la “Placita” y toma su lugar como encargado del “Poli”, del Salón de los Deportes, y de todo el Atletismo.

El Poli, su casa

Sus días enteros los pasaba en el Poli. De las 6 a las 14, como encargado. Y desde las 16 a las 22, enseñando. Se entrenaba también.
Formó a grandes atletas de la ciudad: “Raul Suppo, Daniel Sotto, Cecilia Guerra, Norma Martínez, Claudio Arcas. Fueron muy buenos. Sotto bajó el record que tenía Evans hacía 40 años. Arcas fue campeón Argentino y Sudamericano. Tenía una posta de 4 x 400 y 4 x 100 de nivel nacional, nos invitaban a todos lados”, recuerda orgulloso.
Como buen maestro, disfrutaba más de los logros ajenos que los propios. “El entrenador es así, se los acompaña muchos años. Los entrenamientos, las charlas sentados en el pasto, pararme a un costado con el cronómetro en mano, son recuerdos hermosos”.
Pero nunca detuvo su trote. “No deje de competir, pero no me gustaba eso de la categoría “veteranos”, lo hacía solo por placer, no por la competencia. Mi rendimiento fuerte fue hasta los ´90”, rememora.
El tiempo hizo lo suyo y de a poco, Antonio se fue despidiendo de las cosas que amaba. “Hace 9 años que me jubilé como encargado del Poli. Lo disfrutaba tanto que anduve triste un tiempo por no tener que hacerlo más, lo sentía propio, sufría no ir. Fueron 25 años cuidándolo”.
Lejos de ser egoísta, también llegó el momento en que sintió que debía correrse unos metros y dejar la pista para mirar los entrenamientos desde una pequeña tribuna, cuando sus pupilos empezaron a recibirse de profesores de educación física. “Seguí yendo hasta hace poco, si se acercaban a pedirme ayuda, se las daba, pero ya no tengo alumnos propios hace 2 años”.

Un capricho del destino

Lo último que hizo fue detener la marcha. Hace 2 meses. Dejar de correr no fue su decisión. Si incluso hasta una semana antes de esos malditos estudios, había corrido una maratón de 10 kilómetros.
Los controles de todos los años, esta vez lo traicionaron. “No salieron bien. Me hicieron un cateterismo y tenía algunas arterias lastimadas. Ahora estoy bajo tratamiento y con un Sten”.
Del ´74 que no frenaba su trote. Día por medio hacía 10 km corriendo y 6 en bici. Solo por placer. “Fue un golpe muy duro, Delamallore, mi médico de toda la vida, me prohibió la actividad. Hace unos días me dieron permiso para ir caminando al poli o a hacer los mandados”, dice de buen humor, sonrojado, como si caminar para ir a comprar el pan pudieran saciar el hambre que correr le satisface hace más de 50 años. “Es un consuelo. Me dijeron que más adelante tal vez me dejan trotar, pero creo que es mentira, que lo dijeron para que me quede tranquilo nomás”.
Antonio decidió tomarse la vida con una sonrisa. Después de tantos años, no duda en asegurar que la satisfacción más grande que tuvo fue poder haber salido a trotar un tiempito con sus nietos.
Si los médicos no le mintieron, va a volver a correr cuando lo dejen. “Porque amo hacerlo”.
Mientras espera, los recortes de viejos diarios van a seguir destiñendo y se va a seguir calzando las zapatillas y la musculosa aunque sea para ir al almacén. Caminando. Pero recordando aquellas imágenes de quien no se va a detener nunca.