sábado, 24 de diciembre de 2011

Mauro Rosales: Entre el ayer, el hoy y lo que vendrá

Mauro Rosales está en la ciudad. Como cada vez que el fútbol le da un tiempo libre. Uno de los mejores jugadores que dio Villa María se escapó de Seattle para pasar las fiestas en familia. Una charla del pasado, el presente y el futuro, River, Bielsa, Alumni…

Mauro Rosales está viviendo un gran presente en el Seattle Sounders de la Mayor League Soccer de Estados Unidos. El ex Alumni se ganó el galardón de “mejor contratación” del año, terminó solo detrás de David Beckham entre los mayores asistidores, y aún le restan dos años más de contrato.
Desde hace unos días descansa en Villa María, lugar al que siempre quiere volver.

Si tuvieras que elegir una etapa en tu vida, ¿con cuál te quedás?

No podría elegir una. En todas disfruté y aprendí. Por ejemplo, el baby en el Santo porque me llenó de amigos y hasta salí campeón. Estados Unidos y Europa porque culturalmente me ayudaron muchísimo. Todas tienen cosas muy buenas.

¿Qué recordás de Newell´s?

Qué llegué soñando ser profesional. Fui a probarme junto a otros 20 chicos y quedamos unos 10, pero de a poco todos se fueron volviendo.
Me daba mucha fuerza ver que muchos se quedaban en el camino porque sabía que podía pasarme lo mismo, entonces trabajaba el doble. Muchas veces pensé en volverme por extrañar.
Al principio estábamos los 10 cordobeses en una habitación, se empezaron a ir y quedé prácticamente solo. Y eso que había chicos de Alumni que habían ido mucho mejor que yo, pero que tal vez pusieron otras prioridades. Yo creo que tuve motivaciones fundamentales: Salir campeón en inferiores, a los 17 estar en la selección, a los 18 debutar en primera, a los 20 salir campeón, a los 23 otra vez. Los resultados ayudan mucho.

¿Perdiste muchas cosas por darle prioridad al fútbol?

Me perdí de todo, pero puse al fútbol por delante de todo y no paré hasta conseguir lo que quería. En mi adolescencia volvía a casa cada un mes y medio, no sé cuantos aguantan estar encerrado en una pensión con 17 años.
El crecimiento de mi sobrino, cumpleaños de mis viejos, salir con mis amigos, todo me lo perdí por completo. Mientras estaba encerrado en una casa, solo, para jugar al día siguiente. Pero mi mentalidad era muy fuerte, y sabía que más adelante iba a recuperar eso que me perdí.
Incluso, también ya me hubiera gustado haber formado mi propia familia, pero no es fácil encontrar quien deje de lado su vida personal y te siga a todos lados. También voy a tener tiempo para eso.

¿Cómo fue tenerlo a Marcelo Bielsa de técnico?

Fue el mejor entrenador que tuve en mi carrera y el que más me ayudó a crecer. Su jerarquía a nivel mundial me preparó para lo que viví después en Holanda.
Es un tipo detallista, que no se conforma con nada. Hace los entrenamientos tan importantes como un partido. Por suerte entendí mucho su filosofía y su manera de ver el fútbol.
Muchos jugadores nos hemos vuelto locos alguna vez por sus gritos o exigencias, pero te da todos los fundamentos para cada cosa que te exige y no hay entrenadores que hagan eso. Bielsa te terminaba convenciendo.

¿Estabas preparado cuando diste el salto a Europa?

Mirando atrás es cuando más fuerza juntas para los desafíos que tenés en frente y yo sentía que estaba preparado por lo que había vivido en Newell´s y en la selección. Ser sparring durante 2 años de la mayor y entrenar contra Batistuta, Crespo, Sorín, me mostró hacía donde tenía que apuntar para llegar al nivel europeo.

Económicamente también fue muy importante para vos.

Siempre en ese sentido ayuda muchísimo, pero el jugador no piensa tanto en lo que va a ganar sino en lo que se va a enfrentar. Tenés que focalizarte en jugar y seguir creciendo para que los buenos contratos no se corten, para el día de mañana poder tener un buen bienestar para tu familia. Para mi es lo más importante, poder ayudarlos no tiene precio. Mi familia trabajó toda su vida, y que yo pueda ayudarlos es una satisfacción enorme.

Al volver, ¿Por qué River?

Aparte de Newell´s, era el club en argentina en donde tenía ganas de jugar. Mi deseo era poder volver a Argentina y salir campeón con River, y lo conseguí.

¿Fueron 3 años malos?

No, hubo de todo. Se dio que tuve la posibilidad de jugar y luego que no. Nos tocó salir campeón, y también nos fue mal. Pero es parte de lo que podía pasar, porque cuando salimos campeones se fueron como 5 o 6 jugadores y no se contrató más, había que arreglarse con lo que se tenía y realmente se necesitaba un plantel más largo. Uno se siente parte del descenso, pero no total responsable porque el último año y medio no estuve en el club.

¿Imaginabas que podía llegar el descenso?

Nunca pensé que podía pasar.

Siempre volvés a Villa María, ¿tu futuro está acá?

No lo pienso ahora, pero si estoy seguro que va a ser cerca de mi familia. También sé que después del fútbol tengo el deseo de compartir mis experiencias con los más chicos.

¿Volviste a tu nivel en Estados Unidos?

Nunca desconfié de lo que puedo dar como jugador de fútbol. Gracias a dios tuve un excelente año donde me tocó tener muchos buenos partidos, salir campeón, clasificar a copas. El jugador si tiene los compañeros alrededor con las mismas ganas, puede triunfar en cualquier lado. Pero si no tenés lo que necesitas, las cosas no salen bien.



¿Querés una revancha en el fútbol argentino?

No tengo que demostrarle nada a nadie en el fútbol argentino, ni darle revancha a nadie. Acá hice lo que tenía que hacer y me fue excelente cuando me dieron la posibilidad y confiaron en mí. Tuve buenos y malos torneos, el fútbol es así. Pero estuve en la selección juvenil, en la mayor, jugué la Copa América, salí Campeón Olímpico, fui campeón en Argentina y jugué en un equipo importante de Europa. ¿Qué tengo que demostrar? El fútbol ya me dio más de lo que había soñado que podía lograr.

¿Volverías a jugar en Alumni para cerrar tu carrera?

Todo es posible.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Antonio Hubelli y su carrera eterna

Antonio Hubeli, el “Vasco”, es una de las personas que más hizo por el atletismo en la ciudad. Con medio siglo corriendo y tres décadas enseñando, es una injusticia que hoy el destino intente frenarlo. Ahora camina el “Vasco”, pero lejos está de detenerse.  

Jueves 5 de febrero de 1987, “El Diario” publicaba una nota titulada “Atleta, Profesor y amigo”. El final del reportaje reza: El “Vasco” sigue inalterable por el camino que hace 25 años abrazó con pasión. Antonio Hubeli, el profesor, es un atleta más.
Veinticuatro años y nueve meses más tarde, esta nota podría terminar casi de la misma forma.
Es que Antonio Hubeli, el “Vasco” para todos, habla hoy a los 68 años, con la misma pasión, el espíritu intacto y la amabilidad eterna que se pueden apreciar en aquel pedazo de papel amarillento.
Poco parece importarle que los doctores ya no lo dejen correr más. Ni trotar si quiera. En realidad le importa, le duele, y mucho, pero decidió seguir sonriendo.
Hoy son algo más de 50 años transitando el camino que abrazó con pasión, el atletismo. Y unos 30, transmitiendo lo que sabe.

Ese atleta que hay en ti

Hubeli se enamoró del atletismo en Buenos Aires, y le juró amor eterno en Villa María.
Santafesino de nacimiento, porteño por obligación, villamariense por elección, a los 17 años se inició en la Unión Deportiva Argentina, club de Buenos Aires exclusivo de la disciplina. Especialista en los 800 y 1500 metros, tras 2 años allí, pasó a representar a San Lorenzo de Almagro, siguiendo a su entrenador Gilberto Moire. Con 19 años, también hacía sus primeras armas enseñando. “Mi entrenador me dejaba hacerles la entrada en calor a los chicos nuevos, era algo que me gustaba mucho”. Después de 3 años en Boedo, y a 5 de haber empezado a cosechar títulos Argentinos y records, como el de la Milla de Parque Avellaneda, decidió que era tiempo de marcharse.
“No me gustaba mucho Buenos Aires. Tenía a mis tíos en un campo cerca de Villa María y elegí cambiar mi forma de vida”, arranca.
Se fue, pero dejando una marca. “Hubeli: Figura del Atletismo. Tiene 22 años y es el mejor atleta de San Lorenzo(…)” dice la crónica de un diario porteño con una foto de Antonio sentado en el césped del viejo Gasómetro.

El "Vasco" con el Viejo Gasómetro de escenario 
Villa María y volver a correr

El Vasco llegó a la ciudad con 22 años. Se había alejado del atletismo y estaba instalado en el campo, trabajando. Igual, nunca había dejado de correr. “Siempre salía a trotar por el campo porque lo disfrutaba”. El tiempo había pasado, pero un día, el destino quiso probarlo y él cayó en la tentación. “De casualidad estaba escuchando la radio y dijeron que se iba a correr una maratón en Villa María. Enseguida le consulté a mi señora si no quería que le ganara un trofeo”.
Se entrenó 15 días y llevó el trofeo a su esposa. Al poco tiempo, uno de los últimos ejemplares del diario Noticias de 1974 titulaba: “Ya dejó el anonimato”. Revelando que no solo había retomado el atletismo, sino que consiguiendo importantes resultados en unos pocos meses.
“Después de unos 5 años sin hacer nada, me dediqué a las maratones y al poco tiempo me vine a vivir definitivamente a Villa María”.
Su amistad con Guillermo Roldan, a quien había enfrentado en varias ocasiones en Buenos Aires, le permitieron conseguir trabajo rápidamente. “Trabajaba para la Municipalidad, tenía a cargo la Plaza Ocampo”.
Hubeli no solo había vuelto a competir, sino que al tiempo se sumó al trabajo que venía realizando el enorme Guillermo Evans y se encargó de los pibes que hacían fondo.
Cuando Evans se marcha a tierras divinas, el Vasco, por pedido de la Asociación Villamariense de Atletismo, deja el cuidado de la “Placita” y toma su lugar como encargado del “Poli”, del Salón de los Deportes, y de todo el Atletismo.

El Poli, su casa

Sus días enteros los pasaba en el Poli. De las 6 a las 14, como encargado. Y desde las 16 a las 22, enseñando. Se entrenaba también.
Formó a grandes atletas de la ciudad: “Raul Suppo, Daniel Sotto, Cecilia Guerra, Norma Martínez, Claudio Arcas. Fueron muy buenos. Sotto bajó el record que tenía Evans hacía 40 años. Arcas fue campeón Argentino y Sudamericano. Tenía una posta de 4 x 400 y 4 x 100 de nivel nacional, nos invitaban a todos lados”, recuerda orgulloso.
Como buen maestro, disfrutaba más de los logros ajenos que los propios. “El entrenador es así, se los acompaña muchos años. Los entrenamientos, las charlas sentados en el pasto, pararme a un costado con el cronómetro en mano, son recuerdos hermosos”.
Pero nunca detuvo su trote. “No deje de competir, pero no me gustaba eso de la categoría “veteranos”, lo hacía solo por placer, no por la competencia. Mi rendimiento fuerte fue hasta los ´90”, rememora.
El tiempo hizo lo suyo y de a poco, Antonio se fue despidiendo de las cosas que amaba. “Hace 9 años que me jubilé como encargado del Poli. Lo disfrutaba tanto que anduve triste un tiempo por no tener que hacerlo más, lo sentía propio, sufría no ir. Fueron 25 años cuidándolo”.
Lejos de ser egoísta, también llegó el momento en que sintió que debía correrse unos metros y dejar la pista para mirar los entrenamientos desde una pequeña tribuna, cuando sus pupilos empezaron a recibirse de profesores de educación física. “Seguí yendo hasta hace poco, si se acercaban a pedirme ayuda, se las daba, pero ya no tengo alumnos propios hace 2 años”.

Un capricho del destino

Lo último que hizo fue detener la marcha. Hace 2 meses. Dejar de correr no fue su decisión. Si incluso hasta una semana antes de esos malditos estudios, había corrido una maratón de 10 kilómetros.
Los controles de todos los años, esta vez lo traicionaron. “No salieron bien. Me hicieron un cateterismo y tenía algunas arterias lastimadas. Ahora estoy bajo tratamiento y con un Sten”.
Del ´74 que no frenaba su trote. Día por medio hacía 10 km corriendo y 6 en bici. Solo por placer. “Fue un golpe muy duro, Delamallore, mi médico de toda la vida, me prohibió la actividad. Hace unos días me dieron permiso para ir caminando al poli o a hacer los mandados”, dice de buen humor, sonrojado, como si caminar para ir a comprar el pan pudieran saciar el hambre que correr le satisface hace más de 50 años. “Es un consuelo. Me dijeron que más adelante tal vez me dejan trotar, pero creo que es mentira, que lo dijeron para que me quede tranquilo nomás”.
Antonio decidió tomarse la vida con una sonrisa. Después de tantos años, no duda en asegurar que la satisfacción más grande que tuvo fue poder haber salido a trotar un tiempito con sus nietos.
Si los médicos no le mintieron, va a volver a correr cuando lo dejen. “Porque amo hacerlo”.
Mientras espera, los recortes de viejos diarios van a seguir destiñendo y se va a seguir calzando las zapatillas y la musculosa aunque sea para ir al almacén. Caminando. Pero recordando aquellas imágenes de quien no se va a detener nunca.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El Gusto de Correr

Nunca es tarde para empezar a hacer un deporte. La edad es el muro que se ponen aquellos que no tienen la fuerza de voluntad para hacer mover sus músculos.
José Luís Táppero lo sabe bien. Tiene 46 años y ha cruzado la meta en más de una decena de maratones. No parece un gran número, pero cobra valía si se tiene en cuenta que hace menos de 10 años fue cuando decidió hacerse atleta.

Hurga en sus recuerdos y sentimientos y de todas formas le cuesta encontrar las palabras para explicar cómo fue que sucedió.
“Por casualidad”, dice primero. “Me despertó curiosidad”. Escarba más hondo y suelta: “Se tuvo que dar, como se me podía haber despertado por ir a pescar. No sé porque ocurrió”.
La cuestión es que en el 2003 iba a ir a ver a un amigo que corría una maratón de 30 km que unía La Falda – Capilla del Monte. Ese amigo se lesionó, pero José fue de todas maneras.
Siguió los detalles de la carrera desde su auto y no podía dejar de plantearse “¿cómo puede ser que esta gente corra esto?”.
Durante el viaje de vuelta a casa, miró a su señora y tiró: “El año que viene la vengo a correr”. Así de simple.
“De a poco empecé a salir a correr por el pueblo. Pesaba cerca de 100 kilos, así que hacía 500 metros y no daba más”, cuenta José, oriundo de Carrilobo y que vive en Villa María hace 4 años.
“Fui alargando con el tiempo. Había armado un circuito por un campo que era de 5,5 km y que nunca podía terminar. Un día me agarró una tormenta y le di derecho sin parar. Cuando me descuidé, lo había terminado y ahí me di cuenta que podía correr un poco más”.

Correr de verdad

Y era cierto, nomás. Un año después, tal como se lo había prometido, volvió y corrió los 30 kilómetros de La Falda-Capilla del Monte. “Terminamos llorando con mi hermano porque había sido algo realmente muy difícil”.
Cumplió, pero no se quedó ahí. Le empezó a sentir un gusto particular y por eso no tardó mucho en plantearse el siguiente objetivo. “¿Por qué no correr la maratón de 42 km en Buenos Aires al año siguiente?”.
A esa altura ya no corría solo por el pueblo,un par de amigos también se largaron atrás de él.
Así fue como en el 2005, con más de 40 años, corrió su primera Maratón (Oficialmente una maratón es de 42 km). “Terminar una competencia de 42 km para quien nunca lo había hecho fue todo un logro. El viaje fue hermoso, llegamos los 4 de Carrilobo que fuimos”.
Desde ese día, José no se perdió ni una edición de la Maratón de Buenos Aires. Tiene siete.
El 29 de Octubre de 1986 estuvo en cancha de River viendo como su equipo salía campeón frente de américa de Cali de la Copa Libertadores. El mismo día, del 2006, su segunda maratón terminó justamente dentro del mismo estadio. Conmemorando lo que fueron los 20 años de la conquista.
También corrió 2 veces en Rosario, en 2009 y 2010. Completó La Falda- Capilla del Monte en su única edición de 42 km, y este año se dio el lujo de cruzar la frontera para correr la maratón de Santiago de Chile, con más de 20 mil participantes de todo el mundo, totalizando 11 maratones completas.
Además suma una buena cantidad de medias maratones (de 21 km) y otras competencias cortas corridas por la zona.


Números

Se programa 2 carreras de 42 km para correr en el año. Prepararse para cada una implica entrenar 6 días por semana durante 14 semanas. “Son 28 semanas de entrenamiento a full en el año, corriendo 70 kilómetros en 6 días. Puede ser muy frustrante porque uno entrena todo eso, y 2 días antes te enfermás no podés correr”. Cuando no tiene una carrera en el horizonte, corre igual. El cuerpo se lo pide. “Me siento mal cuando no corro por 2 o 3 días. Mi organismo me lo pide, me empieza a acusar cosas”.
Los números son lo de menos. José no corre por las marcas. Sin embargo, tanto esfuerzo ha dado frutos.
Su primera maratón la completó en 4 hs 20 minutos. A medida que pasaron las carreras el tiempo fue disminuyendo, y este año en la de Buenos Aires se dio el gusto de marcar 3 horas y 28 minutos, el menor registro desde que corre. “En mi categoría (de 45 a 49 años) salí en el puesto 89 de 730. Y de 5572 que terminaron la carrera, quedé 720”.

Contra el físico y la mente

Sobrellevar el desgaste físico durante una maratón es algo que aprendió con el tiempo. Leyendo, buscando en internet, y preguntando. A punto tal que recién la primera carrera que completó sin detenerse fue la de Buenos Aires este año.
“Generalmente uno se va deteniendo en los puestos de aguay empieza a caminar. El problema es que arrancar otra vez cuesta el doble porque los músculos se relajan, por eso es importante después de unos 25 kilómetros hacer una mirada interior del cuerpo para ver como está, y así automotivarse a continuar”, explica José, quien corre la totalidad de la carrera con una botella de agua en la mano. “No puedo sentir la abstinencia de agua”, se ríe.
Además, marca que hay algo determinante durante la monotonía de los pasos del trote: El agotamiento mental. “Lo psicológico es determinante. Ves que gente se acalambra y queda al costado del camino y empezás a pensar que te va a pasar lo mismo. Hay momentos que tu mente te quiere frenar más allá de que tus piernas estén bien. Vas como adormecido y necesitas un cachetazo para despertarte”.

 Para José es un hobbie. Corre por el placer que le significa cruzar una meta. “El sentido de superación física y mental que da cada carrera es inexplicable. Cuando tomó dimensión de lo que estoy corriendo y a la edad que lo hago, para mí es muy motivador.”
Disfruta la carrera en su plenitud. Cada paso, cada experiencia. “No hay dos carreras iguales. Cruzás gente que va sacando fotos, otro que corre con el perro o un ciego que tendrá unos 60 años y termina. Esto hay que hacerlo para gozarlo. Para sufrir está el trabajo. Si lo sintiera como algo sacrificado no lo haría”.

jueves, 10 de noviembre de 2011

El Peso de la Convicción

Imaginemos que un par de equipos de nuestro fútbol se hartan de la AFA y se separan para organizarse por sí mismos en un nuevo organismo. Ahora, hagamos de cuenta que esa nueva entidad cobra mayor fuerza que la propia AFA y que sirve de inspiración para que países sudamericanos sigan sus pasos. Por último, nos queda fantasear con el nacimiento de una asociación Sudamericana que nuclee a aquellas que se animaron a pegar el portazo, y que forma parte de una federación mundial distinta.

Volvamos a la realidad. En el fútbol esto jamás sucederá. Pero no es el único lugar con dirigentes eternos que manejan el dinero a su gusto. Para el Powerlifting argentino esa utopía se volvió una realidad.

Leonardo Cavaglia tiene 35 años. Es de Pasco, vive en Ordoñez y entrena desde hace 16 años en Villa María bajo las barras de Oscar Soria.
Su especialidad en el levantamiento de pesas es Potencia, o más conocido como Powerlifting, que es la suma de sentadilla, fuerza en banco y despegue.
Es Campeón Argentino de manera ininterrumpida desde el 2000. Dos veces Campeón Sudamericano. Aun no pudo ir a un Mundial “por la burocracia de este gobierno”, dice. El año pasado iba a ir al de Atlanta pero el pasaporte le llegó una semana después del turno para la visa.
Pero lo más valioso que consiguió últimamente en el Powerlifting, no tiene que ver con los 385 kilos que cargó en sentadilla, los 250 en fuerza en banco o los 310 en despegue en el último Sudamericano.
Leonardo Cavaglia, junto a un amigo, lideró una rebelión “contra la AFA del Levantamiento de Potencia” que superó los límites de nuestro territorio.

Una gestión burocrática

Leonardo Cavaglia en plena acción
Leonardo, su amigo porteño Mauro Spinardi, (Campeón Mundial- “Él sí pudo ir a Atlanta el año pasado”), al igual que todo el que se dedicara al Powerlifting, formaban parte de la Federación Argentina de Levantamiento y Potencia (FALPO).
Año tras año sentían la conducción y las condiciones para los atletas se iban deteriorando.Tampoco se sentían representados. “Había gente que en mi vida vi competir”, arranca.
“No había ni lo mínimo como un torneo vistoso donde puedas sacarte una foto con un premio. Son pequeñeces pero uno viajaba miles de kilómetros y se encontraba con que los torneos zonales de Villa María eran mejor que un Nacional a nivel espectáculo. Los dirigentes no participaban de una reunión técnica oficial sudamericana desde el 2003. Siendo dirigentesestuvieron 7 años sin aparecer, nos quitaron prestigio. En los 90 éramos una potencia, lo que Argentina decía, se hacía. Hoy quedamos muy atrás”, repasa con bronca.
El manejo del dinero fue otra arista del problema. “No había códigos ni entre ellos, ni para el atleta. A nivel Córdoba se juntaba más dinero que a nivel nacional, lográbamos comprar discos, barras, y quedaba plata. Ellos nada. Cada competencia afuera, los argentinos éramos los únicos sin ropa identificatoria”.
Antes de pensar en irse, Leonardo intentó buscar un cambio desde adentro postulándose como presidente en el 2009. “Ellos se encargaron de que no entráramos y cada vez que se elegían comisiones directivas, la gente era la misma. Salía uno, entraba el otro y así siempre”.

Alianza Argentina de Powerlifting

La idea comenzó a gestarse en el 2009, cuando iniciaron contacto con las federaciones internacionalesWorld Powerlifting Congress (WPC) y Global Powelifting Alianza (GPA) a las cuales hoy pertenecen.
El punto de quiebre fue el Sudamericano del 2010 en Uruguay. “Nos sentimos tan solos que dijimos ´hasta acá llegamos´”.
Las mismas WPC y GPA fueron quienes guiaron a Leonardo y Mauro sobre como formar una nueva asociación.
Al poco tiempo, este año, nació la Alianza Argentina de Powerlifting y el 12 de febrero, en Leones, organizó el primero torneo.
No fue fácil sumar gente. “Empezamos con 20 atletas. Organizamos un Argentino y juntamos 90. Nos jugamos por hacer un Sudamericano y vinieron 70 de distintos países”.
Hoy son casi 100 federados. Superando ampliamente a la vieja FALPO y a una tercera que apareció.Muchos no se animaron a cambiar hasta ver como evolucionaba, y se van a sumar el año entrante. Otros recién la están conociendo. En 2012 esperan ser cerca de 200.
“Sobre todo queríamos sumar gente nueva, no “contaminada” con la antigua federación. La sorpresa fue encontrar muchos atletas que no sabíamos que existían. ¿Dónde estaban antes? No estaban, no se sentían representados”.

Mauro Spinardi y Cavaglia
Momento de trabajar

“Nuestro slogan es: Alianza Argentina de Powerlifting, hecha por atletas y para atletas.
Los dirigentes, estamos compitiendo. Sabemos lo que cada uno necesita y lo que nos ha faltado”.
Ya no había escusas, el momento de demostrar que de verdad se podía trabajar por la disciplina había llegado.
“Como Federación cobramos una cuota anual de 120 pesos. Con eso creamos una bolsa de atleta y hacemos que cada centavo que pagan, lo reciban materializado en algo.
En el Sudamericano nos hicimos cargo de los que no tenían donde dormir. Se brindó indumentaria, cosa que en 16 años que llevo nunca había recibido. Hicimos una máquina que se usa para sentadilla y vamos a comprar 2 más, al igual que barras y discos. El año que vienen hay competencia afuera, así que vamos a alquilar un colectivo para viajar todos juntos. El atleta va a sentir que está recibiendo algo. Además vamos a tener el mundial en casa”.

“Se nos fue de las manos”

Sabían que la situación en el resto de los países era parecida. En cada competencia internacional la charla era la misma. Pero nadie se animaba a dar el primer paso. O quizás nadie pensó que fuera posible.
“Cuando creamos la AAP empezamos a contarle a gente de otros países, buscando competencia internacional. En Sudamérica fuimos los primeros en decir ´basta´ y nunca imaginamos que se convertiría en algo tan masivo”.
Primero Colombia, después Ecuador y Uruguay. Hoy todos los países de Sudamérica tienen, por lo menos, dos federaciones.
En el Sudamericano que tuvo lugar en Villa María en Octubre se terminó de darle forma a esta revolución.
“Los mismos atletas me eligieron como presidente de la a la Alianza Sudamericana de Powerlifting que nos engloba a todos. Había gente de renombre, pero decidieron que si yo empecé esto, yo tenía que conducirlo”.

Villa María va a albergar el Mundial del próximo año. “Para muchos será la primera posibilidad en mucho tiempo de participar, por las limitaciones económicas que casi todos tienenpara viajar”.
El ejemplo más claro lo dio un atleta de 79 años, que en el Sudamericano batió su Record Mundial. “Me dijo que nunca había tenido dinero, y que había soñado un Mundial toda su vida, que iba a poder morir tranquilo. Ahí me di cuenta que todo esto valió la pena”.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Herederos de una Pasión

Dicen que los hijos se parecen a los padres. Que son un reflejo. El apellido Aimale es un claro ejemplo de que la pasión también se hereda. Tres generaciones de ciclistas. Carlos Aimale -hijo de José Humberto, y padre de Cristian- y una radiografía de esta historia de ciclismo por las venas.
  
José Humberto Aimale fue un vehemente obrero de este deporte.
“Recuerdo que tenía 7 años y que mi padre cargaba gente en el Citroen y los llevaba gratis a correr. Una vez llegamos a ser 8 arriba. Todo por su afán de sumar más gente y promover la actividad”.
La anécdota que Carlos Aimale cuenta sobre su padre lo dice todo.
En los cuarenta y pico, con unos 17 años, junto con la barrita de amigos, comenzaron a organizar alguna que otra pedaleada.
Fue poco lo que duró arriba de la bici. La huella más grande la dejó pedaleando, pero desde afuera. Como uno de los primeros dirigentes que tuvo la actividad. Dejaba todo por este deporte, “muchas veces hasta le dedicaba más tiempo que a la familia”, cuenta Carlos.
Si hasta esa misma barrita de 7 o 8 amigos que salían a pedalear, terminó fundando su propio club. Club Ciclista Francisco Arredondo de Villa María, que no fue el primero, pero por mucho tiempo fue el único en la ciudad. Dio lugar a una camada importante de ciclistas para aquella época que lograron competir a nivel nacional.
Trabajó en silencio organizando y aportando en pos de la actividad. “Hoy le cobran inscripción para correr hasta a los chicos. En cambio mi padre salía a golpear puerta por puerta para conseguir alguna moneda. Estuvo ligado al ciclismo hasta su muerte, ni un día dejó de pelear por ello”.
Carlos lo acompañaba a todos lados. “Mi padre me contagió”, asegura. “Si hasta lo vi hacer una pista solo. Arrastrando rolos con el Citroen”.

El turno de Carlos

Al contrario de lo que cualquiera podría pensar, no fue su padre el que inició a Carlos en la actividad.
“Quizás porque él sabía lo sacrificado que era. No quiso imponerme el ciclismo”. La cuestión es que cuando tenía 9, fue un amigo de José Humberto, de esos con quien pedaleaba desde siempre quien le regaló la primera bicicleta. “A pesar de que en mi casa se respiraba ciclismo, fue Juan Martínez, amigo de mi viejo y que después sería padrino de mi hijo”.
Y largó nomás, con alguna que otra carrerita de barrio.
La historia de Carlos sobre una bicicleta fue más exitosa que la de su padre en cuanto a resultados. “Pero menos que la de mi hijo”, adelanta.
“Mi padre me llevaba a todos lados. Era muy amateur, al principio corríamos por algún repuesto o trofeo. Después hubo algo de dinero, pero ni salvábamos los gastos”.
Su especialidad era la pista y el circuito. Llegó a competir a nivel nacional. En su época de esplendor, con 19 años, fue sub campeón Argentino en pista. Y le cuesta recordar la cantidad de veces que fue Campeón Provincial.
Incluso, hasta tiene una de esas historias tristes que en su momento fue demoledora: “Al salir sub campeón Argentino, fui seleccionado como suplente para los Juegos Panamericanos Juveniles, en Cali, Colombia. Las chances de correr eran mínimas, pero estaba feliz por viajar. Diez días antes, me avisaron que los suplentes no viajaban. Al tiempo me enteré que mi lugar lo uso la mujer de un dirigente del Ciclismo Argentino. Ese lugar me lo había ganado, con 19 años fue muy desilusionante”.
Carlos estudiaba medicina. Su padre siempre le había dicho que para hacer las cosas, había que hacerlas bien, si no, no sirve. Por eso es que en cuarto año de la carrera tuvo que dejar el ciclismo para poder recibirse. “En ese momento pensaba que no corría nunca más”.
Una vez con el título de cirujano colgado de la pared (el mismo que años después conseguiría su hijo), y trabajando en la ciudad, el bichito le volvió a picar. “Cuando dejé no existía la categoría veteranos o Masters como se llama ahora. Por eso a los 33 me subí otra vez, y a nivel competitivo”.
Si hasta se dio el lujo de salir tercero, y quinto, en Campeonatos Argentinos de Master B.
Al mismo tiempo, arrancó con el Cicloturismo, que hoy con 56 años sigue haciendo. “Me encontraba con viejos amigos, tenía otro gusto”.
Dejó de competir hace unos 10 años. “El sacrificio que hice fue muy grande, llegó un momento que solo quería disfrutarlo sin presiones, era estresante a veces. Me quedó la espina de no llegar a ser Campeón Argentino, pero corrí en pista, circuito, ruta, obtuve títulos. Llegué a un techo y para todo hay etapas. No estoy de acuerdo con el ciclismo competitivo a altas edades. Por eso solo seguí haciendo Cicloturismo”.

Cristian no fue la excepción

Como Carlos a su padre, Cristian seguía al suyo a todas las carreras. Sin embargo, demoró un poco más en subirlo a una bici.
“Si fuera por él empezaba a correr a los 10. Pero no quise cometer el error que cometieron nuestros padres de largarnos a competir tan chicos, sin saber por supuesto porque en esa época no se conocían tantas cosas. En Europa no pueden creer que los menores de 15 años compitan. Como tampoco que paguen inscripción para correr”.
A los 15 ya no pudieron frenarlo. Le armaron una bici y Cristian se encargó del resto.
Debutó en Mountain Bike y salió campeón. Después, al igual que su abuelo y su padre, se inclinó por el ciclismo de ruta.
“Quizás yo haya tenido más títulos en cuanto a cantidad, pero el compitió en un nivel mucho más competitivo”, se enorgullece el padre.
Fue cuarto puesto en Campeonato Argentino de Ruta y ocupó el mismo lugar en el Argentino de pista. Siete veces campeón provincial de pista y ruta, en juveniles, sub 23 y Elite.
Corrió representando a Argentina en Chile y Uruguay. Participó en 4 veces en la Vuelta de San Juan, de las cuales las 2 últimas lo hizo para el equipo Argentina B, terminando tercero.
Carlos, Cristian y una bicicleta, postal de una familia
Hoy Cristian tiene 30 años, y ya no compite. Casi por la misma razón que Carlos dejó de hacerlo.
Titubea al explicarlo y selecciona las palabras muchas veces antes de soltarlas, finalmente se expide contra el doping: “Si querés seguir compitiendo al máximo, tenés que entrar en la variante. Si no, no te alcanza. Cosa que mucha gente hace, incluso en la ciudad. Como médico sé que es peligroso, y como deportista me parece un mal ejemplo que ni yo ni mi hijo estábamos dispuestos a dar”.

Si bien ya no compiten, hoy hacen turismo sobre una bicicleta. Por el simple hecho de reencontrarse con viejos amigos con los que alguna vez compartieron un camino, y porque no pueden evitar disfrutar de pedalear… Lo Llevan en la sangre.  

viernes, 28 de octubre de 2011

Adiós Don Amilcar

[En Septiembre de 2010, en el programa Tiempo de Deportes por LV2 AM 970, tuvimos el placer de charlar con Amilcar Brusa. Un par de días después, escribí esto para el semanario El Regional...]

Se dice que detrás de un gran campeón, hay un gran entrenador. Pero cuando el nombre de ese entrenador se repite una y otra vez al repasar a púgiles de distinta nacionalidad o categoría que hayan conquistado algún título, ya se trata de una leyenda. Amilcar Oreste Brusa, a los 87 años, el técnico más grande en la historia del boxeo argentino. Responsable de la enormidad de Carlos Monzón entre otras importantes figuras. Un pequeño repaso del maestro detrás del gran campeón. Perdón, detrás de 14 campeones Mundiales.
  
Quizás no muchos saben que fue su enorme figura la que hace casi medio siglo se escondía bajo el seudónimo de “El enmascarado”, en las épicas batallas de “Titanes en el Ring” junto a Martín Karadagian. Es que luego de colgar los guantes tras acumular 30 peleas como boxeador profesional, le daba cierta vergüenza mostrarse en el histórico show televisivo.
Amilcar Oreste Brusa nació el 23 de octubre de 1922 en un diminuto pueblo cercano a Santa Fe. Trabajó en el campo toda su niñez, algo que le resultaba “muy duro y aburrido”, según recuerda. Pero todo cambió cuando entre textos e historias se topó con la de Luis Ángel Firpo, aquel enorme albañil que se convirtiera en el primer boxeador argentino en pugnar por un título del mundo.
Desde ese momento, en cada oportunidad que tenía, se escapaba hacia Santa Fe para hacer un poco de guantes. No mucho tiempo después, sus condiciones lo llevaron al mítico Luna Park para sus primeras peleas.
Fueron solo 4 años (de los 22 a los 26) a golpes de puños en la categoría pesado. Abandonó tras perder la eliminatoria para los juegos olímpicos de 1948 ante Rafael Iglesias, aduciendo que si no servía para representar a su país, mejor retirarse.
Al poco tiempo cambió los guantes por tomas de catch, saltos, algunas piruetas y un poco de actuación en la ya mencionada exitosa tira televisiva.
De todas formas, su verdadera impronta no la dejó por su paso en la tv en blanco y negro, ni tampoco sobre el ring. Sino debajo de él. Desde el gimnasio.
Amilcar Brusa se erigió como un verdadero maestro en el arte de enseñar boxeo, a punto tal que es el entrenador en actividad con más títulos en todo el mundo.

Monzón y 13 más.

Catorce. Sí, catorce campeones mundiales crecieron y se desarrollaron bajo sus alas. Pero su predilecto, con quien plasmó la huella más grande fue con Carlos Monzón. El medio pesado argentino fue el primero de sus pupilos. Se acercó a Brusa con tan solo 7 peleas amateurs, y seguramente nunca imaginó que tiempo después rondaría la centena de combates en el campo rentado y se terminaría erigiendo como una leyenda aquel 7 de noviembre de 1970 al adueñarse del título universal ante Nino Benvenutti.
Como profesional Monzón ganó 87 veces, 59 por KO, empató 9 y perdió solo 3. Pero no es casualidad que esos 3 reveces los sufrió justo cuando Brusa estuvo ausente en su esquina por compromisos con otros pupilos. Después de su última caída, nunca más volvieron a separarse, y como consecuencia, Monzón no volvió a conocer la derrota en las 74 peleas que restaron para el final de su carrera.
Defendió la corona 14 veces, pero hay una victoria que Amilcar resalta entre uno de sus más valiosos recuerdos. Fue en 1974, cuando hizo morder el polvo a “Mantequilla” Nápoles: “Cuando terminó la pelea se me acercó Ángelo Dundee, el manager de Nápoles, y que además fue entrenador de Muhammad Ali y Sugar Ray Leonard y me dijo ´Brusita, ¡Qué práctico es este negrito! ¡Qué bien pega, qué bien camina, si no lo saco me lo mata´”.
Brusa lo cuidó como a un hijo. Cuando Monzón le anunció su retiro en 1976, el maestro le advirtió que era para nunca más volver. Sin embargo, dos años más tarde Monzón recibió una oferta de 3 millones de dólares para enfrentarse a Marvin Hagler, y no tardó en hacérselo saber a su padre deportivo, quien no dudó en negarse rotundamente a la pelea. Al poco tiempo, Monzón le dio la razón y se lo agradeció.
Puso a la persona por sobre el dinero. No mató a un ídolo. No quemó la imagen de ese boxeador que ya era una leyenda. Cualquier otro lo subía al ring y se ganaba su plata. Amilcar, no.

Una vez soltada la mano de su prodigio, no tardaron en llegarle infinidad de ofertas de boxeadores  de todo el mundo que querían tocar el cielo. Y no les falló. Sabía y sabe cómo hacer su trabajo. Cuál es el camino para llevar a un simple chico que tira golpes al bulto, hacia la gloria. Tuvo bajo su conducción a 14 campeones mundiales. Además guiando a distintos púgiles obtuvo un campeonato mundial hispano, seis coronas latinoamericanas, una sudamericana, 7 títulos argentinos, y más de 10 en el campo amateur.
En la actualidad, se levanta a las 5 de la mañana al igual que lo hizo cada uno de los días de su vida. En esta oportunidad acompañando a Alejandra “Locomotora” Olivera.
Hizo meritos suficientes para ingresar, en junio del 2007, al Salón de la Fama del Boxeo Internacional en Estados Unidos, y en 2009 al Salón de la Fama del Boxeo Mundial de la ciudad de Los Ángeles. Las distinciones más importante que puede recibir quien alguna vez se relacionó a los guantes.
De todas formas, no hay reconocimiento, mención, premio, u cualquier otra formalidad que pueda materializar su grandeza en este deporte más que una frase que repite con frecuencia: “Tengo 87 años, ya sé dónde voy a terminar, pero no me empujen. Puse mi vida en el gimnasio, y lo voy a seguir haciendo hasta el último día de mi vida”.

Los 14 campeones mundiales, en sus propias palabras.

-Carlos Monzón: "El más grande de todos. El más práctico del mundo".
-Miguel Ángel Cuello: "Fue un tipo torpe en su conducción. Tuvimos la suerte de ganar el campeonato, pero después no se supo conducir por la buena senda".
-Francisco Quiróz: "Era dominicano, son muy buenos para el beisbol y el boxeo, pero se mareó por la fama enseguida".
-Miguel Lora: "Muy buen boxeador, pero pedante como él solo".
-Antonio Esparragoza: "Buen boxeador y mejor persona".
-Sugar Regis Rojas: "Le ganó a Gustavo Ballas. Esa pelea la necesitaba yo para desquitarme de los argentinos porque me había ido con la cola entre las patas. Era un desquite mío contra los argentinos".
-Tomás Molinares: "El colombiano fue un desperdicio, la droga lo quemó. Ganó de manera espectacular, pero se fue a Colombia y se metió a las drogas".
-Luis “Chicanero” Mendoza: "Un gran chico y excelente boxeador".
-Rafael Pineda: "Otro colombiano buen boxeador pero que no me gustó como persona. Los que no saben decir gracias no me gustan".
-Francisco Tejedor: "El último colombiano que saqué. Fue el único que saqué de Colombia, los otros fueron en Estados Unidos".
-Juan Domingo Córdoba: "Yo no lo entrené, lo entrenaron los hermanos y el padre, yo solo lo  dirigí".
-Rodrigo “La Hiena” Barrios: "Otro buen boxeador, pero este chico se equivocó. Le dije que una vez campeón mundial, lo iban a andar buscando las mujeres, la televisión y demás. Le sugerí que aprendiera a conservar lo suyo, y hacer las cosas bien. Y lo hizo todo al revés, se desvió el objetivo. Por eso tomamos distintos caminos".
-Carlos Hernández: "Gran boxeador con quien no terminé bien la relación por cuestiones de plata".
-Carlos Manuel Valdomir: "De los mal agradecidos no hago comentarios".

miércoles, 5 de octubre de 2011

Raúl Suppo y el Taller de Ciclismo de Villa Nueva: La satisfacción de enseñar en bici…

En Villa Nueva, hay un lugar en donde más de 50 chicos de entre 5 y 15 años practican un deporte. En ese lugar, niños y niñas comparten el mismo equipo desde hace 3 años. Allí también algunos padres, y hasta abuelos que se animan, son bienvenidos.
Cuando uno ingresa a ese sitio los prejuicios quedan de lado, la competencia es con uno mismo, y cada nuevo raspón es una medalla más.
Se trata del Taller de Ciclismo de Villa Nueva, en donde el encargado del Área de Deporte de la Municipalidad, Raúl Suppo, disfruta mientras intenta transmitir un poco de lo que ha aprendido sobre la disciplina.

Raúl Suppo tiene 48 años y práctica Atletismo desde los 18. Jugaba al fútbol en Colón de Arroyo Cabral, pero se cansó.
Se acercó a la actividad de la mano de Guillermo Roldán y siguió creciendo junto a Antonio Ubelli, buscando logros y satisfacciones propias, en donde los buenos y los malos resultados dependiesen de sí mismo.
Desde aquella primera vez, hace 30 años, jamás dejó de entrenar. Al contrario, incursionó en especialidades pedestres como duatlones o triatlones que le permitieron conocer el mundo del ciclismo, el cual tampoco abandona desde hace algo más de 20 años.
Ahora, además, es el primero de la fila en una caravana de niños y grandes en bicicletas.

El taller, una buena alternativa

El Taller de Ciclismo nació hace 3 años como una alternativa a ofrecer. “Me incliné por el ciclismo porque contamos con el espacio ideal para el Mountain Bike como es la vera del río con subidas y bajadas, y también porque en tantos años que estoy en esto he recorrido el país y descubrí que el semillero de chicos o las escuelas son mínimos y en algunos lados directamente no existe”, expone Raúl.
El lugar de concentración fue una vieja confitería, frente al parque de Villa Nueva, que luego de ser reacondicionada se transformó en una posada para deportistas.
Suppo era consciente de que no iba a resultar fácil sumar gente a la iniciativa. “Es un deporte caro cuando las bicis se rompen, pero lo tomé como un desafío”.
Tardaron en llegar, pero se acercaron los primeros 3 chicos, de los cuales 2 ya estaban entrenando y uno  competía. Pero para sorpresa de Raúl, al cabo de 4 meses ya eran 20.
“Mucho tiene que ver con el apoyo de los padres, que es fundamental para que el chico se acerque. Además mi idea inicial es que la familia lo acompañe y que se sume”.
Muchos chicos llegaron al Taller de Ciclismo, y lo siguen haciendo, provenientes de otros deportes, pero especialmente del fútbol. “Desde el baby ya existe eso de que si un niño no rinde, prácticamente no juega y pierde las ganas de hacer deporte, por eso esta es una buena alternativa”.

 Para toda la familia

Orgulloso, Raúl cuenta que actualmente son más de 50 los chicos de entre 5 y 15 años, tanto de Villa Nueva como de Villa María, que participan del Taller. Pero que también, desde el año pasado se está sumando gente de mayor edad.
“Todos los días nos ven pedaleando a un grupo de 40 personas, cada uno con su camiseta, por distintas partes de las dos “villas”. Eso llama a muchos a sumarse.”
Esa idea madre con la que fantaseó en donde padres e hijos pedalean juntos, empezó a materializarse. “Hoy no solo se han sumado padres, sino que también ¡hasta abuelos! Que quieren sentirse bien, hacer una actividad al aire libre y charlar.”
El apoyo general hacia los chicos por parte de las familias lo sorprende. Principalmente porque reconoce que todo se realiza a pulmón. Para el que compite, no es fácil afrontar los gastos federativos, de inscripción y, sobre todo, los viajes, ya que muchas competencias son fuera de la provincia.
De cualquier manera, hay quienes han encontrado la forma de que no signifique un gasto para el chico, sino una inversión para la familia.
“Hoy los padres aprovechan esa salida que significa llevar al chico a competir como si fueran unas pequeñas vacaciones, porque la mayoría no puede tomárselas. Cuando compiten 5 chicos que van acompañados, somos unas 25 personas que terminamos compartiendo la actividad”.

Para competir o por placer

Se juntan de lunes a viernes, de 14.30 a 18.30. No siempre están todos los que forman parte del taller porque se entrenan según puedan en distintos horarios y dependiendo también de la exigencia.
“Cada chico tiene su horario por la escuela, entonces es raro que estemos todos juntos al mismo tiempo. Por eso aprovechamos para que los que compiten o los que simplemente lo hacen por placer, tengan su tiempo y espacio adecuado. Igualmente solemos ser 40 cada día”.
Raúl deja que disfruten el momento, sin rigurosidades de ningún tipo, porque sabe que así como hay quienes llegan de la escuela, comen, duermen la siesta antes de ir al Taller, están quienes pasan derecho a entrenar, con menos descanso y sin una buena alimentación.
“Los acompaño en bicicleta y vamos a diferentes circuitos. Les hago probar distintos terrenos, y cada uno hace un trabajo especial de acuerdo a si compite o si solo es recreativo. Los corrijo y les voy puliendo detalles”, describe sobre su trabajo.
La decisión de empezar a competir pasa por el chico y sus padres, “yo solo los preparo y les comunico si están en condiciones de hacerlo”, explica.
Más allá que no sea el objetivo principal, los frutos están a la vista. Muchos de sus pupilos generalmente ocupan puestos de excelencia en torneos a nivel Regional, y hasta tienen a una sub Campeona Argentina, la joven Julieta Sainz.
Para quienes no tienen la posibilidad de competir afuera, una vez al mes se organiza una en el Parque de Villa Nueva.


Palabras que reconfortan

Trabajar con 40 chicos arriba de sus bicicletas al mismo tiempo debe ser cansador. Pero Raúl Suppo no reniega de ello, lo disfruta. “Son mi cable a tierra después de estar toda la mañana con papeles”.
Los años le dieron la posibilidad de aprender a extraer fuerzas y ganas de seguir de cada una de las palabras que recibe sobre su querido Taller de Ciclismo.
“Según la condición económica, hay padres que vienen y me agradecen porque les saqué el chico de la calle. Pero también están los que me agradecen por despegarlo de la computadora.
Los que me dicen que ahora andan bien en la escuela porque aprendieron a comprometerse con algo. O los que me comentan que mejoraron su comportamiento porque eran introvertidos y acá se hizo de muchos amigos. Para mí es reconfortante.”
Dicen que hay un lugar en Villa Nueva en donde nadie conoce el significado de la palabra egoísmo. En ese lugar, el gordito, el petiso, el de la bici linda o el que puede ir de vez en cuando, son todos amigos. Se comenta que allí, cuando uno recién empieza, lo hacen sentir como si hiciera meses que viste esa camiseta con los colores de la ciudad. Ese sitio es el Taller de Ciclismo, y tiene las puertas abiertas.