lunes, 30 de abril de 2012

Pablo Buffarini al 1100: Encuentro con un histórico de Alem

Hace 13 años Alem se mudó. La calle Pablo Buffarini surca por el  medio a la antigua “Leonera”. Un eximio jugador cuyo nombre se estampó en los carteles de las esquinas para quedar inmortalizado, tal como supo hacerlo en la retina de quienes ocupaban las tribunas que hoy reemplazan los hogares.

La cancha ya no está. Ni arcos, ni tribunas. Mucho menos césped. No hay rastros de la vieja “Leonera”. Apenas una placa descansa sobre un monolito en el lugar donde antes había un banderín de córner.
Desde marzo del 99, la línea de cal que dividía la cancha en dos partes iguales, se convirtió en una calle de tierra que separa dos manzanas de casas humildes. Pero alguien sigue ahí, inmortalizado. Está en el ambiente. Entre los pibes que juegan a la pelota descalzos, en la vereda. Muchos de los cuales le habrán preguntado a sus viejos quién fue ese del nombre que apenas se lee en los carteles despintados de las esquinas, Pablo Buffarini.
Para aquellos vecinos que pintan canas y con ojos llenos de fútbol, basta detenerse en la cortada del barrio Residencial América en Villa Nueva para imaginarlo al flaco. Parado en el centro del campo de juego. Caminando la cancha como siempre. O todavía de fiesta por los títulos del 66 y 68 con la camiseta tricolor.
Un nombre que por casualidad o causalidad, hizo que las canchas de Leandro N. Alem siempre sean parte suyo. Como cuando llegó a Villa Nueva, desde Rosario. Después de deambular unos años y finalmente encontrar su lugar en el fútbol, se instaló en la calle Comercio al 823, junto con Norma, por entonces su reciente esposa. En ese mismo lugar, Alem había tenido su primera “Leonera”.

El Rosarino villanovense oriundo de Pascanas

Norma, reviviendo el pasado con recortes de diarios
Norma Grosso saca un papel amarillento de entre tantos en una bolsa y empieza a leer: ´Su estilo lo distinguió como un jugador distinto, de los que aparecen una vez cada tanto. Y fueron los simpatizantes de Alem los que tuvieron la fortuna de tenerlo. Mucho más los que gozaban de su fútbol creativo y sus goles espectaculares…´. La voz se le entrecorta. Los ojos se le llenan de lágrimas. Respira hondo y concluye: ´Ayer Pablo Buffarini dejó este suelo y se llevó su fútbol al cielo´. Siente como si ese ayer fuera el de hace 24 horas, y no 14 años. Por eso sus recuerdos son tan precisos. “Llegó a Villa Nueva con 18 años, para todo el mundo era el Rosarino, porque vivió unos años allá y tenía una pequeña tonada, pero era de Pascanas. Cuando nos pusimos de novios, el ya jugaba en Alem, pero antes había jugado en Rivadavia, nunca me dijo porque arrancó ahí. En el 69 nos casamos. Este año cumpliríamos 42 años de casados. Se me fue muy joven, el 12 de febrero del 98 con 56 años. Un cáncer de estómago lo terminó en 2 meses”, recuerda quien fuera su fiel compañera.
Un año después del fallecimiento, Alem debió mudarse para que su “Leonera”, otra vez,  cobre forma de manzanas. Pero una carta sorprendió a Norma. El Concejo Deliberante le comunicó que de forma unánime se había dictaminado que la cortada que se trazó exactamente por la mitad del campo de juego, llevaría el nombre de su esposo.
“Me explicaron que fue por su trayectoria, goles y porque era un jugador correctísimo. Fue un halago muy grande, pero lo tendría que haber disfrutado él. Siempre digo que las distinciones tienen que ser en vida”.

Un señorito
Buffarini con la tricolor en la cancha de Belgrano

De características en extinción. Lento. No corría. De un caminar elegante sobre el césped. Esquivo al juego brusco. Así jugaba Buffarini. Campeón con Alem en 1964 –invicto- y en el 66. Vistió la tricolor durante casi una década. También se calzó la casaca de la selección villamariense. Se alejó del fútbol cerca de los 32 años.
“En ese equipo había jugadores que ponían la pierna fuerte, como el “Pelado” Pereyra o el “Negro” Ampoli. En cambio Pablo era un señorito para jugar. Tenía una elegancia para caminar que trasladaba a la cancha”, cuenta Norma. Pero no se atreve a describirlo como jugador, “es que lo vi jugar poco, Pablo no quería que vaya a la cancha para que no escuchara los insultos”. Sí era ella quien más lo conocía lejos de la línea de cal. “Cuando dejó de jugar, casi no fue más a la cancha. A veces ni podía ver los partidos de Boca porque le daba rabia. El no entendía como alguien no podía jugar bien a la pelota”.
Hombre de pocas palabras. “Era un anti social”, dice Norma. Se expresaba con los pies. Roberto “Chopo” Morales, el 9 en los 2 títulos y con quien también jugó en Rivadavia, fue con el que más conversó en el idioma de la pelota. “Pablito era un jugador cerebral. Tenía la cancha en la cabeza. Solamente corría para ganar una pelota, después la repartía de parado. Tenía una gran personalidad, dentro y fuera de la cancha. Un bohemio del fútbol. Humilde y buena gente como pocos. Jamás discutió con nadie”, recuerda el “Chopo”. Y sigue: “Era un 10 no tan ofensivo. Pero metía goles porque le pegaba como nunca vi en la ciudad. Le daba de puntín a los tiros libres y la ponía donde quería. Jugábamos de memoria porque nos conocíamos mucho. Fue uno de los grandes jugadores que tuvo Alem y pudo haber jugado en cualquier lado, tenía todo lo necesario, pero al pueblerino es difícil llevárselo, está muy arraigado”.
Gustavo Nebreda vive al 1161 de la cortada Pablo Buffarini. Era presidente de Alem cuando la calle fue bautizada  y apenas un mocoso cuando pablo convertía 16 goles en el primer título. “Tenía 10 años e iba a la cancha siempre. Se llenaba pero no solo de hinchas de Alem, lo venían a ver de todos los equipos. Tenía una calidad indiscutida que ya no existe en el fútbol. Al mejor estilo Riquelme o como el “Beto” Alonso, pero corría menos. Una pausa y pegada increíble. Nunca le pegó una patada a nadie”. Al igual que Norma, también lo define como “un señorito”. “Fue un símbolo de Alem”, concluye.

El tipo de la calle

Andrés Iniesta, el crack del Barcelona, construyó su casa en el número 1 de la calle que lleva su nombre desde el 2008 en Fuenteabilla, su ciudad natal en España.
Caso curioso es el del cordobés Sebastián Viberti, quien fue adorado del otro lado del charco, en Málaga, como jugador y técnico. Ascendió al equipo a la Primera División del fútbol español y tiempo después el Ayuntamiento bautizó un pasaje con su apellido.
Un poco más acá, en Avellaneda, al “Bocha” Bochini lo homenajearon con un tramo de la arteria Cordero, lindera con el estadio de Independiente. Algo parecido hicieron en Parque Patricios con Herminio Masantonio, uno de los máximos goleadores del fútbol argentino e ídolo de Huracán.
Aquí, Villa Nueva eternizó a Pablo Buffarini. Un ídolo de las canchas de tierra que quedará siempre en la memoria de aquellos que vieron su lento pero magnifico despliegue. Para los otros, bastará conformarse con las palabras de los nostálgicos. Esos que aguardan ávidos poder decir que lo vieron jugar cuando se les pregunta quién fue el tipo de la calle.
La calle Pablo Buffarini, 100 metros de historia

2 comentarios:

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  2. Yo era de rivadavia, lo vi jugar muchas veces a este SEÑOR, Con mayusculas y, cuando yo era muy chico me bromeo una vez sobre un gol de Pablo a Rivadavia de tiro libre en la verduleria del turco Dayhu frente a la sede de Alem. un jugador... pura calidad.

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