Masajista
desde hace 40 años, Jorge Royero es un personaje inconfundible en el fútbol
Villamariense. Con paso por un generoso puñado de clubes y orgulloso de haber
formado parte del ascenso de Alumni al Argentino A, se ilusiona con una nueva
etapa en el fortinero.
Mario Requena, uno de los técnicos más reconocido que dio la ciudad, lo llamó: “Negro, vení para acá. Te voy a enseñar a ser masajista.
El día de mañana me lo vas a agradecer”. Jorge Royero, un pibe de 13 años que
siempre deambulaba por cuanto campito hubiera, agarró el libro que le ofrecía Requena y
nunca más lo soltó. A partir de ahí, acompañó durante toda esa campaña al
Central Argentino del “Pancho” Constantino, el “Chueco” Araya, el “Negro”
Ludueña, la “Mona” Monasterio y el “Negro” Alba; iniciando un camino que hoy,
40 años después, todavía no terminó de recorrer.
“Fui aprendiendo con el correr de los años, pero nunca
dejé desde aquella primera vez. Solo tuve una pausa cuando ascendimos con
Alumni al Argentino A porque la comisión que hacía llamarse `los 12 apóstoles´
no querían pagarme nada, pero enseguida me llamaron de Argentino”, cuenta
Jorge.
Casi 40 años de forma ininterrumpida como masajista
de los distintos equipos de la liga, admite que es un trabajo poco
reconocido: “A veces estaría bueno que se lo nombre al masajista junto al
cuerpo técnico, pero a mi me alcanza con que los jugadores me reconozcan lo que
hago por ellos. A mi me gusta el fútbol, y encontré la forma de estar en esto
siendo masajista, que también me gusta hacerlo”.
De Central Argentino pasó a Colón de Arroyo Cabral.
Ahí, jugaba el primer tiempo con la reserva y salía para empezar a hacerles
masajes a los jugadores de primera. Unión Central, Asociación Española,
Argentino, Alumni, Alem y Atlético Adelia María son otros de los clubes donde
Jorge prestó sus servicios. “Siempre me tiraban alguna moneda cuando era chico,
después de grande ya fui arreglando como un sueldo”, cuenta, y agrega que en
cada lugar donde está, el acuerdo es por una temporada, después ve si continúa
o no “porque me llaman de todos lados”.
Pese a haber cambiando tanto de camiseta,
laboralmente hablando, Jorge asegura que jamás tuvo un problema de ningún tipo.
La confianza y el respeto son los valores en los que se basa para perdurar en
el ambiente del fútbol durante 4 décadas. Pero también tiene otro secreto, tan
terrenal como difícil de encontrar: “Mi palabra vale. El año pasado el “Mono”
Mazzini quiso que vuelva a Alem, pero yo estaba en Argentino y les había dado
mi palabra. Jamás quedé mal con un club, toda la vida me manejé igual. Además
todos quedan conforme con mi trabajo porque yo los atiendo bien. Los respeto y
me hago respetar. También hay detalles, como cuando estaba en Alumni, como al entregar la ropa a los jugadores, se las perfumaba y le dejaba
caramelos arriba. Es algo chiquito, pero se sentían bien atendidos. No creo que
haya alguien en nuestro fútbol que te diga algo malo de mi”.
-¿Llega a sentirse parte de los
logros o los fracasos que consigue el equipo donde usted está?
-Por supuesto. Yo cuando transcurre el partido, me paro cerca del banco
de suplentes y todos me hacen sentir parte, tanto jugadores como técnicos. Uno
está en la intimidad del vestuario, en los entrenamientos. Cómo no me voy a sentir
parte de lo que consiguen si hasta a veces los jugadores me cuentan cosas que
no se las dicen a ningún otro. Viene uno y me cuenta como se siente, si quiere
jugar o no, si quiere irse a otro club. Recuerdo que en el ascenso de Alumni al
Argentino A los jugadores por ahí me decían: “che Royero, hablales a los
dirigentes para que por lo menos se paguen un asado”. Ahora en este último
tiempo, Matías Barbuio, quien me aprecia muchísimo me contaba porque no quería
volver a Alumni. Me dicen lo que les pasa, lo que no les pasa, los
hago sentir cómodos y en confianza, por eso me aprecian.
Sube de categoría
A los 53 años, Royero se apresta a iniciar una
nueva etapa en Alumni de cara al próximo Torneo Argentino A. “Estaba trabajando
con Arce en la selección de Villa María y me avisó que el profe Gustavo
D´ambrossio me iba a llamar para que vuelva a Alumni. La verdad que me puse muy
contento”. Se lo nota feliz, y no es para menos, los recuerdos que más atesora,
son de su último paso por la institución.
“Estuve toda la campaña de Alumni en el Argentino B
hasta el ascenso. El día que ascendimos en Formosa fue uno de los más felices
que me tocó vivir. Disfruté mucho esa época por los lugares que conocí y por lo
bien que me trataban. Con los Arzubialde nos juntábamos a tomar mates. Habían
jugadores consagrados y otros que prometían como el “Diablo” Monserrat,
Carlitos Herrera, la “Tota” Medina, el “Betito” Carranza y todos me trataban
como uno más. Llegamos a ser amigos, íbamos a jugar al ping pong juntos, porque
yo era campeón en Central Argentino”.
Jorge destaca una anécdota sobre las demás, porque
pinta la humildad de un grande al que conoció en profundidad: “Una vez le dije
al Diablo Monserrat que en el barrio Las Acacias había una familia que tenía
los hijos con capacidades diferentes y que la madre y el padre me pidieron si
podía llevarlo porque eran hinchas de River. No solo fuimos, sino que se sacó
un montón de fotos y nos quedamos toda la tarde”.
La charla va llegando a su fin y Jorge Royero, quién
además de masajista se gana la vida caminando las calles de la ciudad como
vendedor de verduras, se ilusiona con lo que viene: “Ahora empezaré a viajar de
nuevo. Si bien a veces la familia no está muy contenta, yo lo disfruto, y tengo
que hacerlo porque es un trabajo”. Antes de despedirse, aclara: “No tengo fecha
de vencimiento a menos que algo no me permita más hacer esto. Pero calculo que
siempre habrá un lugarcito para mi en algún club de nuestra liga”.
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