lunes, 3 de diciembre de 2012

Ni Bilardistas, ni Menotistas


Las corrientes que ahogaron nuestro fútbol por unos 30 años parecen haberse erradicado del discurso futbolero cotidiano.

¿La exagerada obsesión del fútbol como ciencia que pregona la bandera bielsista? ¿La pragmática y amarrete negación a la belleza ofensiva de Falcioni? ¿La superexposición mediática y los resultados urgentes de Caruso Lombardi?
Se esté de acuerdo o no, claramente el fútbol argentino ha cambiado y las ideologías bajo las que se etiquetan a los técnicos o a sus equipos son otras.

El técnico inadaptable

La moda Bielsa genera adeptos a nivel mundial. El criticado, minimizado y menospreciado Bielsa que dejó la Selección Argentina después del fracaso en primera ronda del Mundial 2002, hoy levanta elogios de todos los colores tras su periodo al mando de la selección chilena y el trabajo que actualmente lleva adelante en el Atlético de Bilbao.
A ésta religión de la pelota, donde el rosarino es la santísima trinidad, se lo relaciona con lo estudioso, meticuloso y minucioso de un laburo de hormiga. Pero por sobretodo, con lo obsesivo. Muy por detrás queda la línea que define a un DT como “muy dedicado”.
Pero todo lo que tiene de obsesivo lo tiene de rígido.
Una de las grandes virtudes de un entrenador debería ser la capacidad para adaptarse y mostrar sus capacidades en diferentes facetas. “El Loco” no adapta su ideología de juego a los planteles con los que cuenta, sino que defiende su idea a rajatabla y es por eso que la elección de su próximo trabajo le conlleva, a veces, más tiempo de estudio que el que realiza una vez que se calza el buzo.
Escucha, estudia, bucea, conoce, analiza y recién después elige donde trabajar.
No le quedaba ningún tipo de dudas que tenía los jugadores con las características y cualidades que él pretende como mínimas para poder adaptar e instalar su idea a Chile y al Bilbao.
El sagrado matrimonio que lo une la filosofía de la posesión extrema del balón, la nula especulación y la prioridad ofensiva lo convierten en un técnico para pocos equipos.

El DT flexible

A veces que un técnico vaya en contra de sus propios ideales no significa que haya renunciado a ellos.
No se puede negar que Falcioni arrancó varias hojas de su manual de estilo por darle lugar a Riquelme en su posición natural. El entorno, la historia y el ronroneo mediático llevaron a Julio Cesar a utilizar un esquema que incluyera a un armador por detrás y no muy alejado de los delanteros, desplazando su dibujo táctico favorito. La figura de Riquelme ganó, casi siempre, la pulseada contra las intenciones de convencer y convencerse de que el equipo necesitaba otra cosa. Sin embargo, el DT campeón con un Banfield opaco, que no brilló ni conmovió por su despliegue, que supo hacer mejor que nadie lo que cada partido requería sin dejar ningún legado y que hoy rumbea por la B Nacional, no renunció a su forma de ver el fútbol más allá de la presencia del 10.
Nunca le sobró oscuridad al paladar Xeneize, pero pocos fueron los conformes con el rendimiento de un equipo que estuvo invicto durante 36 partidos y que se quedó con el Apertura 2011, la Copa Argentina y llegó a la final de la Copa Libertadores.
A diferencia de Bielsa, más allá de los nombres y los esquemas, Falcioni nunca dejó de pregonar el fútbol como él cree que debe jugarse. Un DT flexible desde lo táctico pero una roca ideológica que jamás sacará la vista de su propio arco primero, más allá de la ilusión ofensiva que pueda genera la presencia de un enganche.

De urgencias

Una de las grandes utopías que suelen repetirse en el fútbol argentino es el concepto de proyecto. Como la religión, proyecto es en lo que todos creen, pero lo que pocos ejercen. Los resultados terminan siendo el pan de cada día.
Caruso Lombardi es el antiproyecto. Pero un especialista en llevar agua cuando los puntos queman. Sus pasos por Newell´s, Tigre, Argentinos, Racing, Quilmes y San Lorenzo tiene cosas en común: Si no los salvó del descenso, estuvo muy cerca de hacerlo; pero en ninguno pudo continuar con un trabajo a largo plazo. Encontrar identidad y funcionamiento en un equipo requiere de mucho tiempo y trabajo, pero por sobre todo, requiere de mucha más dedicación hacia lo propio que hacia lo ajeno. Su gran virtud pasa por ser un excelente estratega cuando de anular virtudes del rival se trata, por eso sus resultados son altamente positivos en procesos cortos, donde dedica tanto tiempo en pos de minimizar al contrario, que no logra desarrollar capacidades propias que puedan sustentarse más allá de un puñado de partidos para poder continuar en el cargo una vez logrado el objetivo impostergable.

Los jugadores deben marcar el camino a seguir


El técnico actual debe ser práctico y adaptable. Nadie duda que cada uno tiene una forma particular de entender como debe jugarse a este deporte, pero una capacidad la cual no debe faltarle a un DT es la de saber hacer prevalecer las características de los futbolistas con los que cuenta más allá de sus ideales. El material con el que se encuentra un entrenador debería ser suficiente para marcarle el camino a seguir en cuanto a los conceptos y principios que su equipo va a desarrollar sin dejar de lado su ideología. El mejor ejemplo es Gerardo Martino, que lejos de ser preso de sus propias ideas, logró excelentes resultados, pero por sobre todo rendimientos, con dos equipos que podrían ubicarse en las antípodas del fútbol. El Paraguay que llegó a la final de la Copa América sin ganar un partido, práctico y lejos de querer enamorar futbolísticamente, en contrapartida con el Newell´s que hoy pelea la punta mientras engrosa su promedio desplegando un juego que genera envidia en más de uno. 

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